Mi primer contacto con Harry Potter lo tuve cuando estaba próxima a cumplir 18 años. Iba a ser mayor de edad y no tenía ni idea de lo que escondía Hogwarts ni de las aventuras del niño mago más famoso del planeta. Nunca había visto ni siquiera un tráiler desde que salió la primera película en el 2001. Debo confesar que este extraño hecho -porque para la edad y la época, quien no hubiera visto al menos un corto de la saga era casi una especie en vía de extinción- se debía a que me hastiaba la idea de que todo el mundo se volcara a ese niñito hechicero de gafas redondas, y además de esto, lo subestimaba. Jamás pude imaginar a Harry Potter como una invención digna de admirar, y qué alejada de la realidad estaba...
Un dicho popular reza que a quien no le gusta el caldo de le dan dos tazas, y bien, ese fue mi caso. Terminé enamorada de un novio fanático de Harry, colección que tenía un lugar privilegiado en su nutrida biblioteca. Al principio no fue difícil convivir con ello, pero con el tiempo era cada vez más complicado ser fiel a mi promesa de no saber absolutamente nada del maguito. Cada vez mi novio era más insistente en su petición de que me aventurara a leer esas páginas, y finalmente alguien tuvo que ceder (obviamente yo). Prometí comenzar a leer la serie y en caso de no gustarme la abandonaría, pero resultó siendo toda una adicción.
Empecé a adentrarme en ese mágico escenario y me atrapó por completo, nunca querré salir.
Y es que ese fenómeno llamado Harry Potter sólo puede tener una protagonista, su genial autora, Joanne Rowling. Con pocos autores contemporáneos podría comparar yo a esta artista, dueña de un talento y de un instinto peculiar que impregna en sus obras, que las hacen marcar la diferencia y permanecer por siempre en la mente de quienes tienen el placer de leerlas. Sólo ella podía crear un universo permanente, mágicamente real, que traspasa la ficción y tiene vida propia.
Si ya leyeron Harry Potter sabrán que lo que les digo es cierto, y si no lo han hecho, no tengo más invitación que mi testimonio, que hoy es una declaración fanática de la admiración que siento por J. K. Rowling y su insuperable creación.
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