viernes, 29 de marzo de 2013

El camino de la cruz, un abrazo terrenal a ‘castillos celestiales’

Esta súper foto, como las otras, son de Jesús Rico

Un rayo de marzo irisa las porcelanas de las figuras que secundan la existencia de estos castillos sin caballeros, que pertenecen a un solo reino, capaz de unir lo terrenal y lo mundano con lo celestial y lo sagrado.

Esa luz velada inunda cúpulas, torres y capillas, obras de mampostería de colección. En su interior crepitan, pues, no solo figuras que recuerdan los más divinos entes, vivos gracias a esculpidas cinceladas al mármol y la cerámica. Laten parpadeantes y silenciosas, también, historias narradas en forma de arquitectura y oralidad, que estarán presentes el tiempo que vivamos para contarlas.

En San Nicolás de Tolentino, el templo del patrono de Barranquilla, por ejemplo, duermen callados los relatos que hablan de restos humanos, pertenecientes a indígenas de la familia lingüística arawak correspondientes al siglo IV después de Cristo, hallados en esa zona que vio levantar la edificación de estilo neogótico que data de la segunda década del siglo XVII.

Casi 300 años llevó la construcción de dicho templo, que también sufrió con El Bogotazo. Ese 9 de abril de 1948, minutos después de la muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, la edificación fue profanada por enardecidos liberales que le prendieron fuego, acabando, en el incendio, con una parte importante de la historia del templo y la ciudad.

Las fotos de San Nicolás son de Jairo Rendón


Estas reseñas fueron recorridas, la semana pasada, a bordo del Buséfalo del Museo de Arte Moderno de Barranquilla, entidad que, al lado de la Arquidiócesis de la ciudad, hizo posible la iniciativa de #todomono de transitar la denominada Ruta de las Cruces, una visita guiada a las principales iglesias de La Arenosa “para explorar estos espacios de encuentro que profesan la historia de la construcción de la ciudad, hablan de las épocas y acontecimientos clave, y permiten admirar una diversidad de elementos ricos en formas y colores que dentro de ellas se han entretejido a través de los años”.

Fue a bordo de ese mismo bus, el Buséfalo, en el que quienes se apuntaron a la ruta llegaron a la Catedral Metropolitana, donde se ubica el punto cero de la ciudad, y se degustaron con los vitrales, que representan los sacramentos; conocieron los secretos de la edificación de estilo modernista, diseñada por el arquitecto italiano Angelo Mazzoni de Grande, y descubrieron los recodos de ese lugar vestido de arte, gracias a obras como el Cristo Libertador Latinoamericano, de Rodrigo Arenas Betancourt y fundida por el maestro Darío Montoya, o los mosaicos de San José y María Reina, de la autoría de don Mario de Ayala.




El camino propuesto los condujo al amor de los amores del Instituto San José: el templo que lleva el nombre de su patrono. De arquitectura exquisita, fue el sueño hecho realidad del grupo de cuatro jesuitas que, recién llegados a Barranquilla, oficiaron una Eucaristía para dar comienzo a su acción apostólica en la ciudad, invocando al padre putativo de Jesús como protector.




Y el final del camino, pero no del relato, se situó en la iglesia San Roque, dueña de un estilo neogótico florentino único en el país, vívido en sus altísimas torres y en la amplia cúpula. Entre sus misterios se halla una placa, datada del año 1921, dedicada a Dante Alighieri, a quien empodera como “soberano cantor del cristianismo, gloria de Italia, padre de la cultura moderna, decoro de la humanidad”, con motivo del sexto centenario de su muerte.




Las historias resuenan, con eco, en el interior de los templos, en investigaciones que aún nadan en libros y en la internet, pero su verdadero valor reposa en la magia de escucharlas, a viva voz, en quienes todavía se acuerdan de contarlas.

Bonus track: estaba en la Ruta, pero no puedo ser recorrida. Un postal de ensueño de Jesús Rico de la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá



martes, 26 de marzo de 2013

El imperio de colores de Ágatha Ruiz De la Prada


No suelo subir muchas de las entrevistas que hago aquí, pero este personaje no lo podía obviar. Mundialmente conocida por su propuesta pintada de arcoíris, Ágatha Ruiz De la Prada también habla con colores, y nos regala, aquí, un  poquito de esa 'chispa adecuada'.
La entrevista salió publicada el 23/03/13 en el diario El Heraldo.

Ágatha Ruiz de la Prada se cocina, a fuego lento, muy fácilmente. El primer paso es verter en un recipiente invisible una luna, un par de flores, con aderezo de nubes y una pizca de humor.

Agréguele colores, excepto blanco y negro, y obtenga un arcoíris mágico cuyo final esté en la palma de su mano. Ágatha es única. Marquesa de Castelldosríus y baronesa de Santa Pa; pero eso, quizás, es lo menos importante de su persona. Ágatha es sensibilidad y explosión.

Emoción hecha ropa, calzado, aromas, texturas. Ágatha es un ágata, como la piedra homófona, que brota desde el interior de la tierra como un volcán en erupción; viene en múltiples colores y su sexto sentido vive encerrado en un corazón.

¿Cómo nació ese concepto del diseño, el que usted ha denominado ‘ropa feliz’?
Porque me di cuenta de que por el mismo precio podía ser feliz o desgraciada, y pensé “mejor por el mismo precio, ser feliz”.

¿Y cómo definió su lenguaje en la moda basado en corazones, nubes y flores de colores?
Al principio, cuando yo empecé, en Madrid enseguida me conoció todo el mundo, enseguidísima, pero la gente decía: “esto no se lo puede poner nadie, esto es imposible, esto es poco comercial”, pero luego yo creo que he sido la diseñadora más comercial de la historia de España. No creo que haya una más comercial que yo, pero yo ya no lo pensaba, porque a mí me convencieron de que era imposible, entre todos.

¿Cree que hubo algún factor determinante en su niñez que la hizo gestar esa onda ‘agathiana’ tan propia?
Yo soy la nieta mayor de las dos familias, y soy la mayor de cinco hermanos, y digamos que la más esperada; entonces creo que les hice gracia de pequeña, y como me encontraba muy graciosa, muy divertida, yo seguí así.

¿En principio creyó que la ropa que creaba era solo para exhibir o le vio potencial, desde el comienzo, para lucir?

Siempre he creído muchísimo en mi proyecto, aunque hubiera mucha oposición. Siempre creí un montón. Hay cosas increíbles, como por ejemplo, este viaje a Medellín, cómo me trata la gente, cómo me regalan cosas, cómo me miman, cómo me conocen, es un milagro. Pero la verdad es que yo siempre creí que esto es lo que había que hacer y siempre he sido fiel a eso.

¿Sintió miedo al "qué dirán" al empezar a lucir sus coloridas prendas?
A mí me parecían tan bonitas, aunque no le gustaran a nadie. Siempre me encantaron. En cambio yo iba a los desfiles de la demás gente y decía: “pues vean esta mierda negra”, claro que era un poco un mundo al revés. Yo intentaba entender por qué querían ser tan clásicas y tan oscurillas. Yo no lo entendía.

¿Cuál fue el impacto al ver, por primera vez, sus prendas exhibidas, rompiendo los parámetros comerciales?
La verdad yo también era muy feliz cuando no vendía nada. Yo soy una diseñadora muy buena para la crisis, porque la crisis es tener memoria. España, durante varios siglos, fue un país muy pobre, y yo recuerdo perfectamente cuando éramos pobres, por lo tanto cuando hemos sido ricos, hará unos 15, 20 años, ha sido una cosa rarísima. Todo el mundo agarra para Londres, para París, y todo el mundo pa’ aquí, y pa’ allá, y comprando. Yo decía “¡pero aquí antes no vendía nadie!”, y éramos pobres y éramos bastante felices.


¿Tiene diferentes patrones para diseñar, por ejemplo, una colección meramente para vender y otra para subir a pasarela?
Yo he diseñado muchas colecciones comerciales. Ya había hecho como 20, o más, y me aburrí. Luego de aburrirme, de hacerlas comerciales, ya estaba haciendo tan poquito, que entonces, aproveché que era una buena época para hacer colecciones no comerciales.

¿Cómo fue el crecimiento de ese imperio que ha creado a punta de flores y corazones?
La verdad que ha sido todo por casualidad y porque las cosas salen como salen. Nadie en su sano juicio hubiera pensado esto con un papel y un lápiz.

¿Qué tanto influyó su condición aristocrática en su ascenso en el mundo de la moda?
Yo creo que eso lo único bueno que tiene es que te da un poco de seguridad social. Hay un libro muy divertido, un libro de Alain de Botton, que es un filósofo, que se llama Status Anxiety, que es un poco de ansiedad por el estatus. Gracias a Dios, entre sus muchos efectos, ese no lo tengo. No me hace efecto la gente. Eso lo tenía mi madre también, que no le hacía efecto casi nada.

¿Cómo llegaron los vestidos de novia a su propuesta?
Siempre he hecho los trajes de novia de mis amigas. Si una amiga mía se casa y no me encarga el traje de novia, y yo teniendo la cosa, netamente deja de ser amiga mía, porque lo primero que tiene que hacer un amigo tuyo es demostrarte su amistad. Yo para eso soy rencorosilla, la verdad. Entonces, desde el principio he hecho trajes de novia. Ahora quiero hacer un libro de todos mis trajes de novia, porque hasta en Colombia he hecho.

¿Cuándo piensa lanzarlo?
El libro lo teníamos adelantado y se paró, porque para hacer libros tienes que pedirle permiso a todo el mundo para la foto, la novia, dónde vive... y hemos parado, pero espero en Dios que se me reactive pronto porque es un proyecto muy bonito.

¿En qué falla la moda actualmente?
En esta época estamos en un momento fantástico en la moda mundial, porque nunca había habido tanto número de personas bien vestidas, con acceso a las tendencias, con acceso a la moda, como ahora. La moda, a nivel planetario, se ha vuelto súper democrática. El nivel de la gente ha subido una barbaridad y eso es positivo.

¿Cuándo podremos ver una tienda suya en Colombia?
Me tratáis tan bien en Colombia, soy tan feliz, esto es como un sueño, que imagínate que abra una tienda y no vaya bien, sería un fracaso horrible. Prefiero no llevarme ese disgusto, estoy con solo lo bueno, que es tan bueno que ya es demasiado, escandalosamente bueno, pero no me quiero poner yo misma la trampa para que se me convierta un problema Colombia, sino todo lo contrario. Colombia es un lujo de nación para mí.

Lo único que me da mucha rabia es que no conozco Barranquilla, pero voy a ir, porque tengo a Nubia Stella Martínez, que es mi representante en América Latina, que me habla mucho de ella y tengo muchísimas ganas de ir a conocer. Además tengo que ir al Carnaval.

En Barranquilla se reconoce muy bien su marca, incluso, los hombres la identifican...
Los hombres son mejores clientes que las mujeres. Son más miedosos, son más inseguros, son más fieles. Yo lo poquito de hombre que he hecho ha sido una cosa con una recepción increíble. No es una cosa a la que le dedique toda la atención que debería, pero hacer ropa para hombres es lo máximo.

¿Y cuándo complacerá a los hombres?
Cuando un par de fabricantes colombianos me ayuden a hacer eso.

miércoles, 13 de marzo de 2013

El hijo de Buenaventura que viste a las celebridades de Nueva York


Tiene cara de buen bailarín. Quizás es por el rezago latino de la estirpe valluna de la cual proviene. Su tez negra, otro indicador de que su origen es el Pacífico. Pero en Nueva York, mimetizado entre la población afro, es difícil rastrear el umbral negro bonaverense de Edwing D’Angelo Ortiz. La adivinanza se hace aún más complicada por su apellido italiano.

La ‘Buenaventura’ del municipio donde nació lo hizo emigrar, con su familia, a la Capital del Mundo, cuando se estrenaba como adolescente, a los 13 años. Del puerto donde disfrutó su infancia recuerda, con un amor que le irisa los ojos, cuando una de sus tías lo llevaba a escuchar, junto a ella, talleres sobre confección. “Tenía unas tías modistas y ese mundo me encantaba”.

En un convento se enseñaba a las mujeres a coser, y no es que los hombres pudieran ingresar, pues eran exclusivos para las mujeres. Es que su pariente lo cuidaba en ausencia de sus padres, y por ser un niño, no podía quedarse solo. La solución era llevarlo en condición de pequeño acompañante al claustro.

Ahí aprendió el oficio. “Era una transformación lo que yo sentía cuando entraba a ese taller”. Los ojos le vuelven a brillar.

Adelante con la moda, de Gloria Valencia de Castaño, también fue su influjo. La gente le pregunta que cómo se acuerda de eso, si él era “un bebé”. Doña Gloria “mostraba la moda de Europa, de Giorgio Armani, y eso era un mundo que me transportaba”. El resplandor de sus ojos no desaparece. “La estética colombiana tiene mucho que ver con la moda, las reinas, y al final me quedé con ese cariño”.
Se fue con toda esa información a Estados Unidos y no sabía cómo catalizarla. La abogacía tenía que ser su camino, pues así lo decidieron sus padres una vez terminó el bachillerato. Acabó de cursar el high school en Nueva York y su mamá le confesó su deseo. “Ya que lo traje de por allá, venga, gástese un poquito de cerebro y métase a abogado”, manifestó, y “me metieron en ese rollo”. Se puso a trabajar, entonces, con el mismo abogado que les hizo los trámites de legalización.

Entró a la universidad y, clandestinamente, mientras sus padres lo hacían estudiando a Aristóteles y las leyes, su corazón palpitaba a prisa cuando escuchaba las cátedras sobre moda, arte, y cursos cortos que podía tomar. “Empecé a conocer gente en el mundo de la moda y a construir ropita, a hacer cosas; a las sesiones de fotos llevaba las piezas que había hecho y terminaban fotografiándolas”.

Su primer gran pedido llegó sin proponérselo. Era la fiesta de graduación de su hermanita, a quien le diseñó el vestido, que causó sensación entre sus compañeras de curso. El resultado del enamoramiento: terminó haciendo 32 trajes.

¿Y tus papás qué te decían de eso? “No, eso era a escondidas”. Es turno de reírse de nuevo. “Me daba un poco de miedo porque lo veían como algo muy femenino y ellos tenían su mentalidad latina de que los hombres no se meten en eso”.

Pero en Estados Unidos las cosas son diferentes, y su brillantez en el campo del diseño no podía ser fácilmente escondida. Se fue de la casa a hacer su propia vida convencido de que no podía hacer de tripas corazón con lo de las leyes. Decidió, de una vez por todas, que el diseño de modas era lo que le gustaba, lo que lo llenaba, y se metió de lleno en el campo.

“Pero como no tenía experiencia en la moda, nadie me contrataba en el campo”. El siguiente paso era ahorrar, y lo hizo. Economizó por dos años sus caprichos y gustos y consiguió el dinero que necesitaba parar abrir su propio taller.

En la localidad de Harlem, en Manhattan, alzó su boutique, que hoy es referente de moda para la alta sociedad neoyorquina afrodescendiente. Sus clientes son celebridades, damas de alcurnia, gente de alto rango. Esbozando, cosiendo y enhebrando ha vestido a personalidades como Tyra Banks, Vivica Fox, Dawn Richards, Jill Scott, Lil’ Kim, Hill Harper, entre otros.
En las dos primeras fotos, la súper modelo Tyra Banks, vestida de Edwing D'Angello. En la última foto, el diseñador al lado de Vivica Fox.
“En el área donde yo estoy está concentrada la comunidad negra de dinero, que tienen fundaciones, casas gigantes, y por medio de esa gente fui conociendo a otras, me fueron presentando, me fui acercando a los asesores de moda de las celebridades negras que viven en ese sector, y se fue creando así la atmósfera en la que creo diseños para artistas”.

A Plataforma K (la feria de moda más importante del Caribe colombiano) llegó invitado por Proexport, en la misión de compradores internacionales, a observar el panorama de diseño y moda local. “Lo que estoy haciendo en Colombia es cambiando el proceso, porque hay gente que le gusta la moda pero no la pueden comprar porque es cara, entonces lo que estoy haciendo en este viaje es idear una línea más prêt-à-porter, más ready to wear, para llegar a las marcas que no pueden pagar una camisa de 200 dólares”.

Del diseño nacional, Edwing D’Angelo es la nueva cara para mostrar, aunque su nombre aún suene algo extranjero en su tierra. La risa y la piel, la mejor cédula para demostrar su espíritu colombiano.

“Eso fue la guerra de Troya cuando dejé la escuela de leyes, pero ahora soy la estrella de la familia”. Se salió con la suya. Y se ríe.

miércoles, 6 de marzo de 2013

De ponis y mariposas, en un mágico rincón de Galapa

Este artículo fue publicado el 01/03/13 en el diario El Heraldo

“Los grillos tienen la sangre blanca”. Una imagen de este insecto en caricatura me lo enseña, al disponerme a caminar por un sendero mágico, escondido a la altura del kilómetro 8 de la vía La Cordialidad, en Galapa. Un mundo agrícola animal orgánico en miniatura, casi en su totalidad, que aún no está abierto al público, pero que recibe a pequeños de instituciones educativas a diario.


El Bosque Encantado da la bienvenida con una hojarasca salpicada de naranja y marrón que embaldosa el piso de tierra, lo que da la ilusión de un otoño perenne en medio del bosque seco tropical que rodea El Solar de Mao, la primera granja eco-campestre del Atlántico.

El canto de los grillos crea un eco casi sordo al estrellarse con las piedras, que subidas unas sobre otras, levantan un camino entarimado, cercado por leña, que conduce a un horno empedrado y rupestre, recuerdo de los primeros implementos que se utilizaron en la cocina. A un extremo de esa gran estructura, el tomillo, la albahaca, el cilantro y el orégano hacen gala de los privilegios que regala el mundo vegetal en cuanto a aromáticas. Un remanso verde, que colinda con la Bahía Aloe-Vera, donde crece esta especie de planta.

Verde y más verde, el paso obligado para llegar a La Granja. “Los conejos ven en azul y verde”. Un nuevo conocimiento que vertemos en nuestra memoria, para seguir por los estrechos pasillos de un espacio rectangular, habitado por conejos de raza rex y minirex, donde acaba de nacer Simón, el más pequeño de los mamíferos orejones.

También duermen, en ese recinto animal, gallos polacos de cabeza peluda; gallinas de seda, de blanco e inmaculado plumaje; gallos cochinchinos, como Claudio, con un plumero voluminoso en las patas y el cuello. Hay faisanes y hámsters. Y allí vive, además, Josefa, una boa constrictor que la Corporación Autónoma Regional del Atlántico les dio a cuidar, pues la granja es, además, hogar de paso de animales incautados.

“El ojo de la avestruz es más grande que su cerebro”. Son más de seis de estas aves no voladoras, propias de África, en este micromundo silvestre. Su lugar está justo al lado del hogar de La Pechi, la búfalo hembra, cuyo hedor ácido y fuerte provoca que más de uno de la decena de pequeños que recorren el solar se tapen la nariz.

Pamela y Bobby pasan a ser, luego, el centro de atención. Son un par de ponis con sillas de montar que reciben a los chiquillos en otro de los ambientes del mágico mundo natural. El paseo en sus lomos es el final del recorrido, el punto más esperado por todos. Pero antes, otras especies hay que ver, como a Lolita, la vaquita paturra que, hace cerca de 20 días, tuvo Lola, la vaca mayor.

“Buterflies can just see red, green and yellow colors”. En inglés también se aprende que las mariposas solo pueden ver los colores rojo, verde y amarillo. El Jardín de la Flor recibe, como un oasis inmediato con fuentes artificiales, bancas y lámparas de colores, a los visitantes de Mundo Mariposa, invitados a sumergirse en una cajita vestida de verde, que alberga alas de colores y orugas a punto de abrir las suyas.

El mariposario, único en la Región, es casa de monarcas, euremas, y otras especies, que duermen entre el verde, rojo, rosa y morado de plantas como corales, tú y yo y trinitarias. La fuente de agua, el susurro que mantiene tranquilas a las mariposas. El roce del dedito de los niños, la mejor cosquilla que despierta su espíritu mágico y juguetón.

Aquí les dejo una de las mejores fotos de la visita, para no olvidarla:


Lola y Lolita



Nacer y morir






Y, por supuesto, no podía yo dejar de posar con mis amadas mariposas, y hasta con una amiguita que me encontré: