domingo, 16 de septiembre de 2012

Princesas de colección

Un par de princesas cumplieron aniversarios de fallecidas este mes. Ambas rubias, hermosas. Ambas murieron en un accidente automovilístico. Ambas dueñas de una historia mítica. Ambas eternas e indelebles.

Llena eres de 'Gracia'. 

De todas las mujeres que he visto, no conozco una más linda que Grace Kelly. Su belleza, su encanto y finura que no puede disimular, son el rasgo que atrapó mi atención cuando, en alguna revista del corazón, sus ojos marinos me miraron como si quiera conquistarme. Lo logró.

Era tan bonita, ¡lo juro! que dije ¡waaao, es hermosa! y aunque me cautivó, nunca quise ni he querido ser como ella. 

Y es que soy una seguidora de las historias de la realeza y de sus truculentas historias a esconder, sus bodas de ensueño y sus raras pero atractivas -al menos para mí- leyes y protocolos reales.

Miraba sus fotos, las miraba y las volvía a mirar. Aquel acto de contemplación me hizo entenderla como una diosa mítica, fijada en el mundo humano, con un aura encantadora. De esas que solo pueden crear o destruir. Creo que Grace hizo lo primero.

La princesa Gracia, esculpida en el seno de una generación inolvidable de Hollywood, parecía un personaje de ficción traído a la realidad. Sus bucles pintados de oro, su sonrisa de fresa -rosadamente preciosa- y su piel inmaculada como un lienzo virgen fueron el laberinto en el que más de uno quiso perderse. Fue Rainiero III quien logró atraparla.
Como en un cuento de hadas, de esos que solo una mujer como Grace podía protagonizar, el príncipe la llevó al altar y la convirtió en princesa.

Rainiero de Mónaco tenía 33 años y ella 28 cuando el 19 de abril de 1956 protagonizaban la que fue considerada la boda del siglo en la catedral de San Nicolás. Grace le devolvió al principado el halo de luz que había perdido y ella les dio a Alberto, Carolina y Estefanía. 
EL brillo de las playas y los casinos monegascos tenía nombre propio: Grace Kelly. 

Ganadora de un Óscar, la actriz favorita de Alfred Hitchcock creó el baile anual de la Cruz Roja, cita ineludible para las clases altas europeas que se sumó al tradicional Baile de la Rosa, que había sido creado en 1954 pero también recibió una inyección de glamour desde que ella formaba parte de la familia Grimaldi.

Murió en un accidente automovilístico al lado de Estefanía, su hija menor, en la misma carretera que la había hecho inmortal en el cine en "To catch a thief" . Así se fue la que hoy sigue siendo símbolo vigente de la elegancia y glamour, del matriarcado del mediático clan Grimaldi. Hace treinta años sigue estando sin estar.










¿Van a negar que era hermosa? 

Diana, la 'reina' de corazones



 Antes de morir ya era eterna, un mito en sí misma. Su belleza, su clase, su donaire, la dulzura de su rostro –aunque, luego de años de matrimonio, escondió su sonrisa a causa de la bulimia, la depresión, los paparazzis y la presión de la monarquía británica– siguen vivos.

En el Túnel del Alma dejó la suya, hace 15 años, la mujer más carismática perteneciente a una monarquía que hasta hoy recuerde el mundo. Diana Frances Spencer, conocida después de casarse con el príncipe Carlos de Inglaterra como Lady Di, murió a la sombra de un accidente automovilístico al norte del río Sena en París, mientras viajaba en compañía de su entonces compañero sentimental, Dodi Al Fayed.

La indeleble ‘reina de corazones’, quien posee el récord Guinness como la mujer que más portadas de revistas y periódicos ha protagonizado en la historia, fue la responsable de que, justo en la fecha de su muerte, la realeza inglesa se topara de frente con unos de los picos de popularidad más bajos en toda su historia, pues, el pueblo inglés entendió la llegada de Diana a la Casa Real, con su carisma y candor, como una renovación a la desgastada y cada vez más cuestionada figura acartonada de la monarquía.

Tanto afecto despertaba Diana que, así las leyes reales lo impidieran, debieron darle un funeral de Estado, pues las muestras de cariño y dolor no solo de los ingleses, sino del planeta entero, hicieron que el Palacio de Buckingham la despidiera en “un entierro único para una persona única”, como lo calificó en aquel momento un portavoz de la Familia Real. 

Con un matrimonio considerado forzado por muchos, Lady Di se convirtió en Su Alteza Real el 29 de julio de 1981, y dejó de serlo en 1996, cuando se divorció finalmente. Desde el 92 se había separado de Carlos, a quien siempre le criticó que dejara entrometer a terceros en su relación, una clara alusión a quien hoy es la esposa del príncipe, Camila Parker.

Sin el peso de pertenecer a la Casa de Windsor, una de las más antiguas, conservadoras y tradicionales del mundo, encontró la libertad en las obras sociales que nunca dejó de realizar, pero sobre todo, en los brazos de Dodi Al Fayed, quien la hizo volver a sonreír.

Diana sigue estando en el alma del pueblo británico, en la vida de sus hijos Guillermo y Harry, y en innumerables noticias que hoy la siguen retratando como la protagonista de un cambio en la historia de la monarquía británica. Su imagen es mito y leyenda, y ya se aseguró un cupo a la eternidad. Lady Di será  princesa por siempre.







sábado, 15 de septiembre de 2012

Dulces a la barra, para Amor y Amistad



Este lindo corazón, al igual que las demás fotos, son de mi buen amigo Jairo Rendón.

El procedimiento no es entendible del todo hasta que, con los propios ojos se aprecia, como por arte de magia, cómo una masa gigante, con forma de perro caliente –porque la figura a hacer es un corazón- termina convertida en casi 8 mil piecitas de dulce.

Todo comienza en la cocina de Swikar, un lugar encantador, ubicado en la carrera 44 con calle 75B. Allí, dos ollas borbotean agua hirviente a la que se le ha adicionado, previamente, azúcar. El punto de ebullición avisa que es hora de agregar la glucosa, el ingrediente que falta para obtener el caramelo líquido que, luego de casi 40 minutos, estará listo para empezar la otra etapa de la preparación.
La mezcla anterior va a parar a una mesa térmica que está a la vista de todos en el almacén. Está allí para echarle color, y a medida que se añaden los colorantes artificiales, la mixtura comienza a formar grandes burbujas sobre su superficie. Los tonos se agregan con cuidado para que no se mezclen. Luego, con la espátula, se revuelven para que queden bien tinturadas.





Cuando el frío cristaliza la composición y le da apariencia de gelatina, Adrián Consuegra y Hofpman Contreras, los preparadores, cortan con una tijera cada tableta de caramelo teñida.



Ahora es una mesa fría la que recibe las tablas de colores. Con manos incansables se amasa una y otra vez durante varios minutos.

Luego, una especie de palanca metálica espera la mezcla para neutralizar el tono. Vueltas y más vueltas le dan el matiz exacto de color que debe tomar. Este procedimiento solo se realiza con los colores que bordearán la figura. Al relleno no se le hace streaching, como se denomina este paso.



Una vez listas las masas, se les rocía agua para que se adhieran unas con otras. Se juntan y se les da la forma deseada, cortando y pegando grandes retazos de masa. Con la figura final montada, comienza una acción que parece increíble: Hofpman comienza a estirar ese gran rollo multicolor de unos 30 centímetros de diámetro, hasta dejarlo de un centímetro solamente. Es como si ese gran perro caliente del principio se hubiera convertido en un montón de spaguettis de colores.






En el centro de esas barras coloridas se aprecian figuras de frutas, logos y hasta nombres, por lo que cada quien puede tener su propia producción de dulces personalizada. Luego esas barras se cortan con un cuchillo filoso. Así, una masa gigante de 8 kilos acaba convertida en, aproximadamente, 8 mil dulcecitos.

El proceso es totalmente hecho a mano, artesanal. No hay máquinas, además de la estufa donde se hierve la mezcla inicial. Las manos de Adrián y Hofpman son las que endulzan el paladar de los clientes que llegan porque son testigos del Candy Show que se realiza cada tarde en el local, donde se agolpan en el vidrio que les permite ver cómo se hacen los dulces, paso a paso.

Que la fábrica de Willy Wonka es un sueño hecho realidad, eso lo saben quienes aman dejarse tentar por el indescriptible sabor del azúcar. Que Barranquilla ya tiene una innovadora fábrica de caramelos, eso lo puede comprobar todo el que quiera sentarse en la barra de Swikar, para esperar un coctel dulce que, de no ser bien dosificado, podría desembocar en un empalague inolvidable, que corre por cuenta de un montón de trocitos de azúcar, hechos como una obra de arte.



Con esta dulce entrada les deseo a todos un ¡Feliz día del amor y la amistad!, que en Colombia se celebra hoy. Un abrazo indeleble.