domingo, 24 de febrero de 2013

La fantasía se hizo realidad en el Carnaval

Este artículo fue publicado el 12/02/13 en el diario El Heraldo
Estas fotos espectaculares son de Luis Rodríguez, Giovanny Escudero y Jesús Rico



La fantasía también es nuestra, y he aquí el porqué. El Carnaval une, no dispersa. Es amplio e incluyente. Y crea. En el alma de la fiesta duerme la posibilidad de abarcar las expresiones que marcan la historia de quienes la viven, los mismos que laten al ritmo de las manifestaciones de antaño y contemporáneas, que anidadas, trazan el reflejo de lo que se goza, de lo que se vuelve propio por la diversidad que cabe en la euforia festiva que paraliza a Barranquilla.

La fantasía se desplegó a lo largo y ancho del Cumbiódromo, y fue el latido que palpitó en la Gran Parada de Comparsas. Plumas, lentejuelas, escarcha. El infaltable brillo de los cortejos de bailarines vivió en vestidos y movimientos. Un ‘takututá’ global hechizó a los asistentes con lo mejor de la percusión africana, ingrediente esencial de nuestra trietnia. Las polleras que bullían fandangos subieron una sonrisa a los labios. Las ocurrencias de las marimondas, el grito de jocosidad que venía envuelto en sus coloridos sacos, una bullaranga elocuente de gestos.


La fantasía fue, también, de quienes se acordaron de rememorar las verbenas, a Joe Arroyo, a su Bolobonchi; a Ciriaca, la que se llevó el diablo; a las fiestas de ayer que viven en los recuerdos de hoy. Llegó bajo el traje de la champeta y la samba, de sus pegajosas melodías e intrincados pasos.



La fantasía fue Daniela Cepeda, la reina, quien, como toda una romántica veneciana, se convirtió en Colombina, la pareja del arlequín, para hacerle mofa al aburrimiento y arrancarle aplausos a un público que no quería dejarla pasar sin, al menos, robarle un movimiento de hombros.


La fantasía se coló entre las faldas de las abuelitas que, sin importar los años que algunas dejaron de contar, se metieron al bolsillo la Vía 40 con el ritmo de las canciones que marcaron su época de quinceañeras y las de sus años mozos, los de ahora, los justos y necesarios para bailar con el vigor soñado por muchos.

La fantasía vivió en el público, que estuvo a la altura con su comportamiento, con su puntualidad, con la ovación a los participantes. La fantasía fue Carnaval, porque esta fiesta, que es nuestra, nace, a su vez, de ella.

 


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