domingo, 24 de febrero de 2013

El Carnaval hecho una obra de arte


Este artículo fue publicado el 7 de febrero/2013 en el diario El Heraldo
Fotos: Josefina Villarreal

Los tambores se cincelan con paciencia. Su cuerpo macizo se pinta de negro, como base, y se deja a un lado de las demás estructuras. Luego será tiempo del ensamblaje. Mientras tanto, muchas otras cosas hay por hacer para completar las figuras colosales e imponentes que vemos desfilar, como una obra de arte rodante, en la Batalla de Flores.

Esto se hace con música, al son de una emisora local, que pone a tararear a un séquito de casi ochenta personas, por igual, vallenatos, salsas y merengues.

Melvin Maury, Álvaro De la Hoz, Eduardo Castillejo, Carlos Insuasty, Orlando Pertuz y Rubiel Badillo. Ellos son los seis constructores que cuentan, cada uno, en promedio, con la ayuda de entre siete y diez carroceros a su cargo para forjar las vistosas obras que engalanan el primer desfile de los cuatro días de fiesta. El séptimo constructor equivale a una familia completa, los Vieira, conformada por tres hermanos y cuatro sobrinos, “mal contados”, como dice uno de sus miembros.

En principio, moldean el icopor con maestría blandiendo un cortador que hace las veces, también, de pulidor. Lo pegan con espuma de poliuretano expansivo, un químico de olor penetrante pero de mucha utilidad, con el que también disimulan irregularidades en el material madre. También deben serruchar y soldar estructuras. Luego viene el forrado, echar pintura y afinar detalles de ornamentación. Algo así como maquillar, literalmente, los labios de la Negrita Puloy, con mucho vinilo rojo en varios tonos.

“Un aplauso para la patrona”, gritan antes de posar para la foto grupal que acompaña este artículo. Se refieren a Carla Celia, ese ser que entre angelical y severo, les da luz con sus ideas de artista plástica para engranar planes y entregar el mejor de los trabajos. Ella conoce de memoria los nombres de las carrozas, de quienes las crean, de lo que tienen y de lo que les hace falta para ir al ruedo.

Carla Celia
Ellos le responden con respeto. La miran como una madre que siempre tiene la razón. Sus opiniones no son por nada. Nacen de la observación y de la tenacidad, del querer siempre lo mejor. “Ven a ver este águila”, dice Carla. “Se ve sin alas. Le tienes que meter más para que se abra el vuelo y rellenar más el muslo”. Habla con uno de los Vieira, no alcanza a recordar el nombre, pero lo importante es que la carroza sea perfecta. No más.

Para la directora de Carnaval S.A., su vida ha sido el arte, y entre todas las obras, no alcanza a tener una favorita. Tal vez sea el mismo Carnaval su predilecto, pues permite el vuelo de la imaginación, y no exclusivamente la de ella, que lidera sus riendas, sino la de ese grupo de artistas que materializa una pasión compartida: esas berlinas de gran gala que cuentan, con colores, figuras y movimiento, la historia de una Obra Maestra, hecha Carnaval.

El equipo, incompleto, que forja las carrozas que desfilan en la Batalla de Flores

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