domingo, 12 de septiembre de 2010

La Comuna 13, vuelve y juega

Los callejones imperan en la geografía del lugar. La topografía, semejante a un moderno pesebre, se extiende a lo largo de 700 hectáreas y abarca 19 barrios. En ellos habita la incertidumbre, la ansiedad, la desesperación, el desasosiego. Armas, milicias, delincuencia, homicidios, vacunas, desplazamiento intraurbano forzado. La comuna 13 vuelve a ser protagonista.

La historia se remonta al 2002, cuando militares armados llevaron a cabo la Operación “Orión” – típica respuesta de Álvaro Uribe a la situación- y se tomaron el sector para enfrentarse con las FARC, el ELN y los llamados CAP (Comandos Armados del Pueblo). En este caso, la cura resultó peor que la enfermedad. Primero azotaban la zona los guerrilleros, ahora los paramilitares hacían lo suyo. La autoridad del territorio recaía en las AUC.

En el 2007 vino la Operación “Independencia”. Otro intento fallido. Para ese entonces, los denominados “paraquitos” ya eran una amenaza en la zona. Los grupos armados al margen de la ley han reclutado a cientos de menores de edad que hoy amedrentan a los habitantes del sector y siembran el pánico entre los más chicos. La deserción escolar se asomó como la nueva problemática de San Javier. Los “combos” desataron un régimen de terror al situarse, a plena luz del día, en las fronteras de los barrios, vigilando que los de los bandos rivales no pusieran un pie en territorio propio, causando enfrentamientos que dejaban como resultado balas perdidas con potenciales heridos y hasta víctimas fatales.

Hoy la comuna es la responsable del 30% del saldo total de muertes violentas de Medellín, la ciudad con mayor número de homicidios en el país. Ni la vasta inversión social en el sector, ni el cordón de seguridad que refuerza la zona han sido suficientes para disminuir el riesgo que significa vivir en ella.
El pandillismo se apoderó de Medellín. En el primer semestre del año se registraron 124 homicidios y la situación traspasa las fronteras de la comuna 13. El desplazamiento forzado es la gran consecuencia de la violencia en una de las ciudades más prósperas del país. Según Volmar Pérez, Defensor del Pueblo, entre julio y agosto de 2010 se registraron 253 casos.

La Comuna 13 es una micro Colombia. Una versión a escala del país, que si bien ya no ostenta el bochornoso primer lugar como productor mundial de cocaína, no necesita de podios para sumirse en la desigualdad social y las entidades burocráticas.

Aquí, como en el interior de la comuna, la guerrilla y los “paras” se bombardean. La regulación del Estado está ahí, invisible, impasible. Todo se reduce a intentos. Tres bandos que se trastocan, pero que, a la postre, han aprendido a soportarse, a convivir en un mismo tiempo y espacio. La realidad de Medellín ha perdido eco, así como la de Colombia. A nadie le extraña ya que 14 policías sean abatidos en una carretera del país, lo único que queda es resignarse y lamentarse. Como si eso cambiara algo. Como si los golpes de pecho transformaran el entorno en qué vivimos.
La comuna 13 esconde en sus paredes el poder ilegítimo de algunos, impuesto a voluntad, y el temor desmedido de otros. Otros regulan el sitio, los comportamientos, pero sus ojos no alcanzan a captar lo necesario, o al menos, a actuar por propender el bienestar.

Es esta una perfecta radiografía de la nación. Unos atropellan, otros son atropellados, unos se esconden por el miedo, y otros se sientan a ver lo que pasa, disfrazados de autoridad.

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