Eliana Álvarez es la más ferviente creyente de aquella religión a la que muchos se entregan sin restricciones llamada amor. No conozco una persona más romántica y pasional que ella. Abres su blog y recibes de inmediato un riflazo inadvertido, un flechazo a quemarropa cargado del dulce veneno del amor, la materialización de una devoción casi sagrada a ese sentimiento, el éxtasis de la intimidad. Aunque quizás deba decir que ese espacio nació como una afición aleatoria, como diría ella misma: “es uno de esos instintos que llega con la locura desbordada por la falta de oficio y las ganas de caminar sin voluntades”.
Cada medio día, como es habitual de lunes a viernes, ameniza el almuerzo de muchos, se apodera de la cabina y es la reina de ese espacio, de ese ambiente que ella más que nadie conoce. Se afana a escarbar en la inmensa telaraña cibernética los mejores apuntes sobre el tema del día, a los que les impregna su mejor energía y su estilo propio. La radio podría fácilmente ser considerada el eje de su vida, sin embargo, no es ese medio quien la desvela. Sé que su sueño es tener su propia revista. Me confesó que la escritura es su máxima expresión, su eterno refugio.
Amante de las letras, valora descomunalmente “la belleza de encontrar en un escrito el arte magistral de la literatura”. Nadie como Gabriel García Márquez para expresar una profunda admiración. Sólo él es capaz de ejercer un embrujo casi sobrenatural que lo conecta con aquellos que pueden entenderlo de verdad. Él es el ejemplo ideal de literato para Eliana, “transforma lo simple en extraordinario”.
La música es su otra gran debilidad; ella captura, caprichosa, “el sentimiento innegable de amar con una canción”. La melodía nostálgica y melancólica de una balada siempre será una buena compañía, el toque bohemio de su vida.
Contrario a lo que podría parecer, Eliana no cree en el príncipe azul. Sabe que la perfección no es propia de lo humano. Pese a esto, su instinto soñador se impone y la enamora de la idea del amor, de lo que éste debería ser: “una declaración perfecta de afición por la imperfección del otro”. Una definición bastante optimista de parte de alguien cuyo cuento favorito es “El ruiseñor y la rosa” de Óscar Wilde. Me ha costado entenderlo un poco, pero al final ella misma ha disipado mis dudas. Me recordó aquel ancestral mito, cuya protagonista es Pandora, que se resume en esta premisa: “La esperanza es lo último que se pierde”.
El regalo perfecto para The mexican girl –como la llaman sus amigos, haciendo alusión a la particular entonación que suele acompañar su saludo- es un viaje. A Grecia, Dubai, Pensilvania, Angola. Cualquier destino es ideal para conocer, pues los viajes son la ventana al mundo, “a ese mundo que hay que conocer para darle luz a las personas, mostrar sus incontables historias y tocar la fibra de quienes aún no saben de su existencia”.
Por eso estudió periodismo. Por viajar, conocer, escribir, sentir. Para llevar a los hombres el legado de sus vivencias a través de la palabra, ese arma mágica que todos poseen y que pocos manejan. Para dejarse seducir por el mundo y sus maravillas.
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