Si la demanda no superara la oferta, la Responsabilidad Social Corporativa no existiera. Si los publicistas hubieran podido extender el hechizo tecnológico aún más a sus productos, tal vez no conoceríamos nada del compromiso social, económico y ambiental que acarrean las empresas por la misma condición de su actividad. Entre colores y publicidad, derroches y excesos, ya no había más cabida para nuevos productos e innovadoras formas de consumismo. Entonces, fue tiempo de prestarle atención a la RSC, las tres consonantes que, hoy por hoy, tienen la inconmensurable labor de incrementar las ganancias de los emporios financieros globales.
Una responsabilidad que ha sido desdeñada por considerarse como un segundo plano, pues… ¿qué es más importante en una compañía que el lucro? Una responsabilidad, que si es bien estudiada, lo que genera no es más que ganancia y prestigio a las organizaciones que la saben llevar. Pero, ¿quién pierde su tiempo desempolvando una política para salvaguardar el planeta, buscar el desarrollo sostenible, y sobre todo, velar por la amplia población vulnerable que comparte espacio en el planeta? Un trabajo arduo y engorroso, que sin duda subestiman las corporaciones.
Es irónico, pero si se detuvieran los directivos de las compañías a revisar la teoría acerca de la RSC –contribución activa y voluntaria para el mejoramiento social-, encontrarían con que está diseñada para “optimizar su situación competitiva y valorativa, y su valor añadido”, un plano apenas suculento para los múltiples tentáculos que de desprenden de las cada vez más, ambiciosas entidades empresariales.
Claro, que parece ser que los amos y señores, apoderados de las grandes industrias mundiales, se toman muy en serio el rótulo de ´voluntario´, pues no hacen, o no hacían nada. Cabo suelto de los que se inventaron la política de la Responsabilidad Social Empresarial. Si es voluntario, cabe la posibilidad –o realidad, a secas- de que las organizaciones hagan gala de este término y se les pase por alto hacer algo realmente trascendental para la comunidad.
Pero afortunadamente, esto ya quedó en el pasado. En la actualidad las empresas se pelean por sacar a relucir, cuanto antes, su desinteresado deseo de contribuir con el progreso de la sociedad, el calentamiento global, los niños que padecen VIH, el analfabetismo, en fin…
No es que esto esté mal, lógicamente. Si regalan un trozo de pan a un niño hambriento, es mucho más importante ese hecho que la generosidad con que haya sido dado, sin embargo, no deja de disgustar que los grandes magnates usen como gancho tales situaciones para captar dinero.
Y como la creatividad se agota, la necesidad apremia. Se hace urgente hallar un nuevo anzuelo para vender. Y entonces la sobra se convirtió en salvación, pues en un mundo agobiado por las catástrofes, la filantropía se puso de moda. Así pues, la Responsabilidad Social Empresarial entró a hacer parte vital de las organizaciones, y hoy casi la totalidad de estas por lo menos tienen la decencia de adornar sus instalaciones con vistosos afiches que destaquen esta ´novedosa´ política.
Habrá que esperar que pase la fiebre altruista para ver que otro modo de vender se inventan.
1 comentario:
Interesante tu articulo, hace muy poco me enteré lo que realizan algunas empresas de cosmeticos para probar sus productos, testeandolos en animales, me parecio un horror, marcas reconocidas mundialmente!!! Mientras publicitan embellecer a cada mujer del planeta por otro lado realizan lo más horrendo del ser humano, la crueldad. Quizas no tenga las palabras justas para expresarme correctamente pero pensé hacer una entrada acerca de este tema.
Por aqui andaré más seguidito...
Besos
Publicar un comentario