lunes, 1 de abril de 2013

Azul, pintado de azul, en el malecón


 Este artículo salió publicado el 01/04/13 en el diario El Heraldo
Las fotos de Cristian Mercado
El azul será por siempre en el malecón de Puerto Colombia. Adolfo Viloria Valdés lo eternizó con vinilo y barniz en la banca número 20 que dormita sobre aquel linde infinito que suponen las olas besando a los peñascos, al roce del aire de salitre que le da el acento estival a la población porteña.

El último maestro que tuvo, Juan Coelho, le enseñó la técnica de la espátula, la que ha erigido como su especialidad en el dominio de las artes plásticas. Por eso tomó esa especie de paleta, la ungió en blanco, negro y mucho azul, y fue regalando caricias de pintura a la parte del mobiliario urbano que le correspondió.

Un ‘Azul por siempre’ fue lo que resultó de aquellas pinceladas de acero. En una jornada corrida de la semana pasada, de 9 de la mañana a 3 de la tarde, Adolfo llevó al concreto lo que antes había boceteado, en papel, durante dos días.

Sabina, su hermana, lo ayudó a llegar a esta escollera que ve ser la explanada, salpicada por embates de la corriente, del mar Caribe. Ella, como él, domina las manualidades, y juntos atienden Ocuparte, el taller que montaron hace nueve años en su casa, levantada en medio de la brisa acogedora de Salgar. La artesanía es el factor común de los hermanos, pero Adolfo prefiere dejarse llevar por la pintura abstracta antes que por cualquier otro coqueteo del arte.

El polio llegó a los nueve meses y se llevó la actividad de las extremidades inferiores. Los miembros superiores se impusieron a la parálisis y descubrieron el carboncillo, por lo que el negro se convirtió en su mayor insumo. Los trazos a color vinieron por accidente, afirma, cuando compró unas pinturas sin motivo aparente y creó un cuadro en pequeña dimensión. “Me di cuenta de que era necesario aprender un poco más”, explica al compás que hace bailar la espátula en el cemento.

Adolfo pinta y ríe. Es su ser.
Los pájaros, las flores, la naturaleza se hicieron en su obra. Varios cursos académicos surgieron de la necesidad de perfeccionar su habilidad en la policromía, “y así me quedé encarretado con esta locura que es el tren del arte”.

El azul resultó, entonces, el protagonista en su trabajo, y en general, las tonalidades de su obra fueron evolucionando. “Pasé de lo figurativo a lo abstracto, que es lo más complicado”, y hoy se aleja de la mímesis para forjar una manera diferente de mirar lo previamente concebido.

El agua es el eje central de los diseños que adornan las recién remodeladas 80 bancas del malecón de Puerto Colombia. La de Adolfo tiene nombre de color. De azul, pintado de azul, que se funde con el cielo y el agua para formar una sola mancha añil y extender, ‘por siempre’, el telón marino y celestial de esa inmensidad.

Los transeúntes se detienen a admirar las obras

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