Es difícil imaginar que de las cosas más oscuras pueden surgir las más bellas maravillas que podamos apreciar jamás. Por eso, siempre me ha llamado la atención el arcoiris, ese fenómeno colorido que se asoma de vez en vez cada que llueve. Nunca ha dejado de asombrarme su mágica aparición, y digo mágica no valiéndome de un simple recurso para adjetivar, sino porque estoy convencida de que es el mejor para tal espectáculo.
Una estruendosa tormenta, un torrencial aguacero, la lluvia gris y melancólica, no parecen ser la mejor antesala para ese majestuoso regalo, que intempestivo, llega para atraer las miradas de todos y robarse una sonrisa de los rostros de muchos.
La vida debería ser rainbow, un colosal arcoiris que demuestre que después de la tormenta no sólo llega la calma, pues la ilusión y la alegría son su séquito de combate.
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