jueves, 28 de febrero de 2013

La onda helada de la cálida Barranquilla


 Este artículo fue publicado el 28/02/13 en el diario El Heraldo
Estas deliciosas fotos son de Jairo Rendón

El particular y pegajoso sonido de la lambada, proveniente de un parlante a medio acomodar en un improvisado carrito de hierro, dejó atrás los conitos de colores empalidecidos y los sabores tradicionales. Aquella cotidiana manera en que los helados llegaban a la puerta de nuestra casa mutó con el tiempo. Se transformó en espacios cuidadosa y exquisitamente decorados; con paredes ribeteadas de color, emulando la oferta gastronómica, hecha a base de crema y leche.

El mercado de helados en Barranquilla se ha renovado con el tiempo para darle paso a una evolución del cono, la presentación más habitual de aquella crujiente tentación congelada. Todo comenzó cuando las heladerías se fueron volviendo más recurrentes, y los carritos de helados, que se apostaban en las puertas de las casas, comenzaron a desaparecer. Así, por la ventaja que brindaba la comodidad de tener un sitio establecido, la carta se fue ampliando.

El nicho de mercado se concentró, entonces, en los helados gourmet, cuyos sabores vanguardistas llamaron la atención por su color, por el detalle de fina coquetería que enamoraba a los ojos –y luego al paladar- con los llamados toppings o aderezos, que hacían aún más irresistibles esas delicias. Fueron apareciendo, luego, los ‘helados con apellido’, como el chocolate y la vainilla, que adoptaron nacionalidad; la fresa, que se mezcló con los demás frutos rojos, y resultó una combinación exótica, y un sinfín de posibilidades que resultó en apetecido y selecto menú.

La onda helada de la cálida Barranquilla se llenó del toque internacional que adopta, con el paso del tiempo, la misma ciudad, y el plan de comer helado, la nueva alternativa para pasar un rato agradable. EL HERALDO hizo un breve recorrido por tres locales que, de diferentes maneras, plantean una propuesta dulce y refrescante para el paladar. Desde el sistema de autoservicio hasta el sabor de caramelo salado fueron las novedades que encontramos siguiendo esta apetecida ruta.

El sabor de Italia, a La Arenosa. De Italia provienen los sabores más emblemáticos de una gelatería que desde hace 10 años atrae comensales sobre la carrera 51B, en la intersección con la calle 82. El 'stracciatella', una crema de leche bañada con chocolate, y el nutella son los más apetecidos. También se encuentran en el menú helados dietéticos, como el de mocciole. Además, están a la venta chococonos con una capa de maní, lo que les da el toque refinado y europeo.


El yogur, la nueva oferta. Un poco más arriba de La Gelatería se encuentra un local donde el sistema de autoservicio es lo primero que llama la atención, además de los sabores frutales y cremosos, como el red velvet, el capuccino, o uno ácido como la cereza, hechos a base de yogur. El valor del helado lo decidirá el peso final de este, una vez se haya servido la cantidad de crema y 'toppings' deseados. Para complementar, hay opciones como salsas, gomitas, chips de chocolate, masmelos y frutas picadas.

Helado a lo 'vintage'. El caramelo salado es posible, y sabe mejor hecho crema de helado. En Frisby, una tradicional cadena de comidas colombiana, esta es la nueva apuesta para endulzar el menú salado. También se destacan el yogur con vainilla capri italiana y yogur con frutos rojos o del bosque, una mezcla de fresas, arándanos, moras y cerezas, que saben mejor en el ambiente ochentero que rodea el lugar.













domingo, 24 de febrero de 2013

La fantasía se hizo realidad en el Carnaval

Este artículo fue publicado el 12/02/13 en el diario El Heraldo
Estas fotos espectaculares son de Luis Rodríguez, Giovanny Escudero y Jesús Rico



La fantasía también es nuestra, y he aquí el porqué. El Carnaval une, no dispersa. Es amplio e incluyente. Y crea. En el alma de la fiesta duerme la posibilidad de abarcar las expresiones que marcan la historia de quienes la viven, los mismos que laten al ritmo de las manifestaciones de antaño y contemporáneas, que anidadas, trazan el reflejo de lo que se goza, de lo que se vuelve propio por la diversidad que cabe en la euforia festiva que paraliza a Barranquilla.

La fantasía se desplegó a lo largo y ancho del Cumbiódromo, y fue el latido que palpitó en la Gran Parada de Comparsas. Plumas, lentejuelas, escarcha. El infaltable brillo de los cortejos de bailarines vivió en vestidos y movimientos. Un ‘takututá’ global hechizó a los asistentes con lo mejor de la percusión africana, ingrediente esencial de nuestra trietnia. Las polleras que bullían fandangos subieron una sonrisa a los labios. Las ocurrencias de las marimondas, el grito de jocosidad que venía envuelto en sus coloridos sacos, una bullaranga elocuente de gestos.


La fantasía fue, también, de quienes se acordaron de rememorar las verbenas, a Joe Arroyo, a su Bolobonchi; a Ciriaca, la que se llevó el diablo; a las fiestas de ayer que viven en los recuerdos de hoy. Llegó bajo el traje de la champeta y la samba, de sus pegajosas melodías e intrincados pasos.



La fantasía fue Daniela Cepeda, la reina, quien, como toda una romántica veneciana, se convirtió en Colombina, la pareja del arlequín, para hacerle mofa al aburrimiento y arrancarle aplausos a un público que no quería dejarla pasar sin, al menos, robarle un movimiento de hombros.


La fantasía se coló entre las faldas de las abuelitas que, sin importar los años que algunas dejaron de contar, se metieron al bolsillo la Vía 40 con el ritmo de las canciones que marcaron su época de quinceañeras y las de sus años mozos, los de ahora, los justos y necesarios para bailar con el vigor soñado por muchos.

La fantasía vivió en el público, que estuvo a la altura con su comportamiento, con su puntualidad, con la ovación a los participantes. La fantasía fue Carnaval, porque esta fiesta, que es nuestra, nace, a su vez, de ella.

 


El Carnaval hecho una obra de arte


Este artículo fue publicado el 7 de febrero/2013 en el diario El Heraldo
Fotos: Josefina Villarreal

Los tambores se cincelan con paciencia. Su cuerpo macizo se pinta de negro, como base, y se deja a un lado de las demás estructuras. Luego será tiempo del ensamblaje. Mientras tanto, muchas otras cosas hay por hacer para completar las figuras colosales e imponentes que vemos desfilar, como una obra de arte rodante, en la Batalla de Flores.

Esto se hace con música, al son de una emisora local, que pone a tararear a un séquito de casi ochenta personas, por igual, vallenatos, salsas y merengues.

Melvin Maury, Álvaro De la Hoz, Eduardo Castillejo, Carlos Insuasty, Orlando Pertuz y Rubiel Badillo. Ellos son los seis constructores que cuentan, cada uno, en promedio, con la ayuda de entre siete y diez carroceros a su cargo para forjar las vistosas obras que engalanan el primer desfile de los cuatro días de fiesta. El séptimo constructor equivale a una familia completa, los Vieira, conformada por tres hermanos y cuatro sobrinos, “mal contados”, como dice uno de sus miembros.

En principio, moldean el icopor con maestría blandiendo un cortador que hace las veces, también, de pulidor. Lo pegan con espuma de poliuretano expansivo, un químico de olor penetrante pero de mucha utilidad, con el que también disimulan irregularidades en el material madre. También deben serruchar y soldar estructuras. Luego viene el forrado, echar pintura y afinar detalles de ornamentación. Algo así como maquillar, literalmente, los labios de la Negrita Puloy, con mucho vinilo rojo en varios tonos.

“Un aplauso para la patrona”, gritan antes de posar para la foto grupal que acompaña este artículo. Se refieren a Carla Celia, ese ser que entre angelical y severo, les da luz con sus ideas de artista plástica para engranar planes y entregar el mejor de los trabajos. Ella conoce de memoria los nombres de las carrozas, de quienes las crean, de lo que tienen y de lo que les hace falta para ir al ruedo.

Carla Celia
Ellos le responden con respeto. La miran como una madre que siempre tiene la razón. Sus opiniones no son por nada. Nacen de la observación y de la tenacidad, del querer siempre lo mejor. “Ven a ver este águila”, dice Carla. “Se ve sin alas. Le tienes que meter más para que se abra el vuelo y rellenar más el muslo”. Habla con uno de los Vieira, no alcanza a recordar el nombre, pero lo importante es que la carroza sea perfecta. No más.

Para la directora de Carnaval S.A., su vida ha sido el arte, y entre todas las obras, no alcanza a tener una favorita. Tal vez sea el mismo Carnaval su predilecto, pues permite el vuelo de la imaginación, y no exclusivamente la de ella, que lidera sus riendas, sino la de ese grupo de artistas que materializa una pasión compartida: esas berlinas de gran gala que cuentan, con colores, figuras y movimiento, la historia de una Obra Maestra, hecha Carnaval.

El equipo, incompleto, que forja las carrozas que desfilan en la Batalla de Flores

Las manos que venden el Carnaval

Este artículo fue publicado el 06/02/13 en el diario El Heraldo
Las fotos son de Vanexa Romero y Jairo Rendón, grandes amigos
Un maniquí sin nombre, con una figura infantil, exhibe la moda más reciente de las negritas Puloy. Tiene un enterizo rojinegro, bañado de lunares blancos en los hombros y en la falda. La peluca negra de su cabeza está deshilachada, pero lo que importa es el atuendo.

Derecho, al fondo, se venden “ricas obleas”. Esto porque una caminata bajo el sol sin tregua de Barranquilla puede resultar insoportable sin algo que aliente el paso, como un guiño al paladar. En la tarde, con la brisa que amengua el bochorno casi permanente de La Arenosa, es un manjar delicioso.

Pero nada está dispuesto en la Feria Artesanal de la calle 72 al azar. Manos laboriosas dejaron cada cosa en su sitio porque así es como deben permanecer. El maniquí, las obleas, los palos de madera que levantan esa carpa que sobresale en la zona fueron ubicados por los artesanos que han convertido la intersección de la calle 72 con carrera 44 en un referente comercial.

Esa esquina del Romelio Martínez es una feria de gitanos que, como Melquíades, cada año renuevan lo último en ‘inventos’ carnavaleros que duermen protegidos por sacos y telares. Son 116 miembros los que conforman esa aldea que se reúne bajo el nombre de Asociación de Artesanos del Carnaval de Barranquilla, la misma que espera con ansias el primer trimestre del año -según lo indica el calendario- para vender y poner a gozar a propios y visitantes en honor a una fiesta que ha forjado, en gran medida, el sentir de esta ciudad jocosa.

Eredis Olascuaga tiene un apellido vasco y tres años alzando su puesto en la feria. Reinventa formas entre hilos, cintas y porcelanicrón. Su hermana la ayuda. El reto, cada Carnaval, es innovar. Repetir solo se vale de vez en cuando, pero en su oferta siempre se debe encontrar algo reciente.

Julieth Oliveros cuida por el puesto de antifaces de uno de los extremos del lugar. Su propuesta para los clientes consiste en acetatos decorados con escarcha que emulan figuras de mariposas multipuntas, arlequines, flores y personajes como Spider Man. Cuestan 5 mil pesos y se sostienen con un elástico. Las balacas, que también comercializa, son a 8 mil pesos, mientras que los collares cuestan 10 mil.

En esa feria todo sirve. Los palos de escoba con un clavo en su extremo, que se usan para bajar la mercancía que se exhibe en la parte superior, son un buen ejemplo de esto. Julieth usa uno para alcanzar los antifaces que se escapan a su estatura.

Hay sillas, hay puestos, hay números, hay mochilas. También hay sombreros. La 72 es un micromundo que gira en torno al Carnaval. La Feria Artesanal es un cosmos de posibilidades de colores que, pese a parecer rutinaria e igual, entretiene con los minúsculos detalles que diferencian los accesorios entre un puesto y otro.

Son nueve años de fundada los que tiene la Asociación y, según cifras entregadas por su presidente, Timoleón Monyota, las ventas en la temporada carnavalera se incrementan en un 300%. El derecho a levantar el puesto, incluyendo el espacio, una póliza que exige el Distrito, los baños ecológicos y la electricidad, sale por 155 mil pesos. “La mayoría de artesanos es de aquí de Barranquilla, pero aún hay como cinco fundadores de la Asociación que participan y son de Armenia. También hay tres ecuatorianos”, sostiene Montoya.

Ellos enhebran, cosen y pegan no solo sus mercancías, sino que van forjando, de a retazos, este Carnaval que es de todos. Sobre todo de ellos, cuya obra y gracia permite que los miles de cuerpos que lo disfrutan se engalanen con plumas, fulgor y escarcha. Con una ‘pinta’ bacana, digna del festejo.


En el centro. Una mancha multicolor se extiende en el puesto de Margarita González. El mismo puesto de hace 10 años, diagonal a las espaldas de la iglesia San Nicolás. Los trapos destellan como un arcoíris que esconde bocas, sombreros, marimondas y escudos del Junior.

Jairo Prado, el esposo de Margarita, la ayuda a vender la mercancía que ha comprado al por mayor y que espera vender, a más tardar, antes del Sábado de Carnaval. Desde el 6 de enero alzaron su espacio, que les lleva alrededor de media hora en levantarlo. “A la orden, mi reina”, le grita Jairo a una transeúnte. Llega alrededor de las 9 de la mañana y cierra entre 6 y 8 p.m., dependiendo del movimiento del día.

Unos pasos más adelante está Promociones 2000, una distribuidora mayorista que exhibe una reunión de 13 maniquíes en su terraza, siete de ellos vestidos de Carnaval. Hay corsés de cumbiambera y negrita Puloy; hay camisetas de colores y blusas ombligueras con diademas brillantes. Hay guayaberas multicolores. Por esta época, llegan a vender hasta mil camisetas en quince días, y cuestan entre 5 mil y 15 mil pesos. Uriel Duque, el propietario del negocio, sabe muy bien a quien confiarle la producción de su mercancía. Queda derecho de su local, al frente de la famosa marquetería de la Plaza de San Nicolás.
  

El principio. El pulpo tiene 10 brazos y cada uno es de un color diferente. Cada placa, impregnada de vinilo, se va superponiendo y se va formando, así, la figura del coreano más popular del momento: Psy, el del Gangnam Style, o bien, la de la recocha de la canción La llave, de Cortijo y su Combo.

Carlos Chaustre es uno de los estampadores que hacen girar esa estructura con nombre de molusco donde se graban las figuras de las camisetas. De las 24 horas de producción en las que trabaja Estampados y Camisetas, la empresa que las elabora, Chaustre, quien vino de Cúcuta, puede laborar hasta 16 seguidas. A veces, incluso, se dobla.

El calor del fuego que seca las prendas solo se aplaca con la brisa que hace por estos días en el corazón de Barranquilla, la misma que se cuela por las cúpulas de la reinaugurada iglesia y por las ventanas de la fábrica de camisetas. Carlos ya ha aprendido a soportarlo.

En el piso de abajo, Rosalba Pardo lleva seis años cumpliendo su rutina. Sus manos cuidadosas, extensión de su cuerpo negro y robusto, decoran las camisetas; las limpian, las empacan y las organizan. Con un artefacto parecido a una pistola, acribilla los residuos que se adhieren al producto en el proceso de fabricación y los deja listos para estrenar.

El círculo se repite, como un carrusel, infinitamente, en esta temporada. Uno que pinta, o bien, que crea, a base de hilo, madera, lentejuelas y porcelanicrón; alguien que limpia y empaca; otros más lo despachan y lo venden; puestos y vitrinas exhiben.

El Carnaval vive en cada mínimo accesorio, en cada minúscula estampa que recuerda que, aquí, lo que importa es el dicharachero entusiasmo con el que se goce, y eso, incluye el atuendo. Quienes aparecen en estas líneas, al lado de otro ejército de personajes, lo hacen posible.

jueves, 21 de febrero de 2013

“El vallenato nuevo no está contando historias”: Chabuco

Este artículo fue publicado el 29/01/13 en el diario El Heraldo
Las fotos son de Luis Rodríguez y Cristian Mercado
La presentación de este personaje será breve: se llama José Darío Martínez, pero le dicen Chabuco por ser el menor de su familia, ya que su hermana mayor se llama –de verdad- Chabuca. Nació en Valledupar y creció entre las composiciones de Rafael Escalona, Leandro Díaz y Carlos Huertas, solo por mencionar algunos. Así que es de entender que el vallenato lo lleve en el alma e intente darle al estatus que se merece. Su fórmula: inyectarle aires de jazz, latin, y revivir las interpretaciones clásicas ¡sin acordeón! Una proeza, dirían algunos; un placer, diría Chabuco.

¿En qué punto termina el vallenato y comienza el jazz en la música de Chabuco, o viceversa?
El vallenato comienza en todo. Desde la primera frase que canto en mi disco Clásicos Café La Bolsa está el vallenato impregnado; también el jazz, llevando todos estos nuevos géneros a cada una de las canciones clásicas como lo hice, llevando cada canción vallenata clásica al danzón, al cha, al bolero. Los dos comienzan y convergen en el mismo camino. Es encontrarse en el respeto de los dos géneros. El vallenato lo que necesitaba era un personaje que lo diera a conocer un poquito y que mostrara que también le caben muchos géneros, muchas cosas, siempre que uno lo sepa decir.

Usted dice que puede hacer que el jazz y el vallenato se vuelvan hermanos, o el porro y la salsa, ¿cómo lo hace?
(Risas) Siempre y cuando tengas la información de los tiempos que se manejan en cada género y respetes cada una de sus raíces, toda la música se vuelve hermana. Puede ser música africana, puede ser música folclórica, pero se vuelven hermanas a la hora en que respetas cada género y no violas ningún patrón de este. Cada uno de esos géneros fluye por donde tú quieras que camine y que suene. Ese es el momento en que los dos se unen. Es como cuando tratas de cantar una balada, un pop americano, y tratas de fingirla haciendo otra cosa y no te suena. Lo que hice en mi disco fue cantar el vallenato como sonaba en el 79, cuando se grabaron esos temas. Lo hice con base de jazz y de latin, pero respetando la esencia del folclor, encajó. Si no hubiera respetado la esencia del folclor en el vallenato ni hubiera tenido claros los tiempos, no hubiera podido ‘casar’ esos elementos.

Ahora que habla de patrones, ¿qué define el vallenato, ya que ha logrado hacerlo sin acordeón?
El acordeón es un matrimonio con el vallenato, pero las canciones del vallenato son letras, son historias, eso es lo que marca. Ese es el patrón del vallenato para mí.

¿Hacia dónde debe ir el vallenato moderno?
Cada quien está haciendo sus cosas y sus ideas, pero creo, y lo siento y lo vivo y lo respiro en todas partes, que el vallenato clásico sigue siendo la bandera del verdadero vallenato. Al vallenato nuevo yo lo que creo es que le están metiendo mucha letra, no digo mala, pero no están contando historias, entonces se está volviendo algo muy monótono, con armonías y melodías que son medio recogidas de otras cosas. El vallenato es de los campesinos, el vallenato es de la gente que trabajaba sus fincas y que cuenta la historia de cómo el río se secó y cómo la mujer lo dejó debajo del palo e’ mango. Todo eso es el vallenato.

Entonces, ¿la enfermedad del vallenato actual es la falta de una narración de historias que reflejen esa vivencia Caribe?
Sí, y no creo que solamente sea en el vallenato, sucede en cualquier género que pierda la narrativa de lo que se viene haciendo con él. Es cierto que hay nuevas generaciones, nuevas cosas, pero la gente cuando quiere interpretar un género tiene que respetar muy bien el comienzo de este. En este caso, el vallenato clásico es contar historias, es el que te narra una de principio a fin y la entiendes claramente.

Siendo un conocedor del género desde su forma más clásica, además de las historias, ¿qué debe tomar el vallenato actual de su forma más tradicional?
Creo que todo eso va en cada compositor y en la vivencia de cada personaje, pero es cierto que el vallenato clásico es el que ha marcado la historia y es el que te hace recordar tu niñez. No sé si en mi caso sea diferente, porque yo me crié entre todos estos personajes y vi y viví cómo escribían al amor, cómo escribían a una flor, cómo escribían al verano. Cada quien tiene su forma de narrar las cosas, yo me quedo con la clásica. Hasta ahora no he experimentado componer una canción vallenata clásica porque respeto mucho eso, pero creo que siempre y cuando uno narre bien la historia, eso incluiría al vallenato clásico, respetaría al folclor y al género.

Cambiando de aire, cuénteme: ¿‘Te busco’ lo buscó a usted o usted buscó a ‘Te busco’?
Te busco me buscó a mí (risas) porque me llamaron para hacer una audición para un comercial de un banco aquí en Colombia, hace como cuatro años. Lo canté porque era mucha gente la que estaba haciendo el casting. Lo grabé con Nicolás Uribe y dejé la guía, y el día que me llamaron a decirme que la gente del banco había dicho que la voz mía era la que querían, tuve un problema familiar, murió un tío, entonces me tocó volar a Valledupar y les dije: “señores, busquen a otra persona que lo grabe, porque yo la verdad no lo puedo hacer porque estoy en un problema grande”, y resulta que Nicolás, con el que grabé la canción para audicionar, me dijo: “no, se queda la voz tuya que grabaste la primera vez”. Y así fue. Entonces Te busco me buscó a mí.

“Magola va a envejecer”: Nani

Este artículo fue publicado el 25/01/13 en el diario El Heraldo
Las fotos son de Vanexa Romero y Luis Rodríguez

Cada día se dedica a pintar, con trazos de lápiz, a una mujer trasgresora, que no tiene pelos en la lengua, pero sí en las piernas. Magola vive gracias a Adriana Mosquera, Nani, una caricaturista colombiana que se ha hecho un nombre y una imagen en el exterior, a pulso, literalmente. Radicada en España, está de visita en el país, y ayer (24 de enero, 2013)  hizo parte del show de apertura del Carnaval de las Artes, en el Amira De la Rosa, donde se llevó los aplausos vestida de su personaje.

¿Qué tanto se parece Nani a Magola?

Cada vez me parezco más a Magola. Yo empecé haciendo una caricatura de una mujer con unos estándares de belleza diferentes a los que estamos acostumbrados, sobre todo en Colombia, por eso tiene la nariz grande, no se ha operado, tiene el pelo oscuro, casi azul, es muy flaca, no tiene curvas, no se depila las piernas, viste de una forma que no marca nada, que es una manera muy típica de vestir en Bogotá, y resulta que, con el frío en España, yo me descubro a mí misma vestida igual que Magola, con las mismas botas y vestidos holgados y digo: “cada vez me parezco más a mi personaje”. Y eso ni es bueno ni es malo, solo que después de 18 años de publicación, ni te das cuenta de que sucede.

Y en esos 18 años, ¿qué tanto ha cambiado Nani a Magola y qué tanto ha cambiado Magola a Nani?

 Las dos cosas, es verdad. Magola empezó siendo muy feminista radical porque este es un oficio para hombres. Sentí mucha resistencia por parte del gremio de caricaturistas, entonces decidí darle la vuelta a los chistes machistas y convertirlos a favor de las mujeres y que Magola fuera su tema principal. Pero con el paso del tiempo, y también por la vivencia con mi pareja, que también es caricaturista, he aprendido que ser feminista no es odiar a los hombres: ser feminista es defender los derechos de las mujeres y no tiene nada que ver con odios. Ser feminista no es lo contrario de ser machista, entonces ahora digo que ya no soy feminista: trabajo con los derechos femeninos, que es otra cosa, y por la equidad de género, porque las labores en el hogar sean compartidas, por cosas tan pequeñas que influyen tanto en la sociedad que generan la no violencia, que hace que los hijos sean coherentes. Magola es actualmente más tranquila, más reposada, muy reflexiva, y eso se nota mucho en las tiras cómicas y en mí también. Con el paso de los años, eso te cambia.

Incluso hemos llegado a ver a una Magola romántica, una Magola enamorada, ¿es ese el reflejo de la vida de Nani?

Sí, por supuesto. Magola es autobiográfica. Me ha ahorrado muchísimos psicólogos y psiquiatras, y también lo hago a propósito porque a veces me preguntan en las entrevistas “pero usted no era feminista?, entonces, ¿qué hace casada?”. Hay un enredo en lo que la gente entiende por ser feminista y a mí me gusta demostrar que Magola no odia a los hombres y que ser feminista no es estar en contra de ellos, sino en contra de una sociedad que está mal, somos todos los afectados. No tiene nada de malo estar enamorado, aprender, crecer. Ninguno de los dos personajes es perfecto, ni Alberto ni Magola, y todo el tiempo están aprendiendo, por eso la gente se ve reflejada en las tiras cómicas.

En ese imperativo trasgresor de Nani, ¿se ha planteado la posibilidad de crear otra caricatura o de envejecer con Magola?

Sí, eso sí. Los personajes de tira cómica casi nunca ni envejecen ni mueren, ni cambian de ropa, incluso. Y yo con Magola, un poco en protesta por la presión de la sociedad hacia la mujer que tiene que ser perfecta, que no podemos envejecer, que no podemos engordar, he ido haciendo el proceso de la vida con ella. Actualmente su hijo ya creció, se llama David, en las últimas tiras sale grande, porque cada hijo aporta algo en una etapa y eso lo quiero reflejar, y Magola va a envejecer.

Magola es conocida en muchas partes del mundo, pero ¿es española, colombiana, mexicana?

(Risas) Esa es una muy buena pregunta, porque cuando me planteé hacer a Magola nunca pensé que los problemas de pareja fueran tan universales, y Magola es internacional justamente porque la entienden en todo el mundo iberoamericano, pero también en China, en Irán, en Italia, en el mundo árabe. Y entonces, ¡no sé! Tendría que ser creo que bogotana, porque realmente Magola fue concebida en Bogotá , nació allá. Magola es un nombre muy bogotano y tendría que tener un acento un poco cachaco pero no tan marcado, para que la puedan seguir entendiendo en muchos sitios, que es lo importante.
 
¿Y qué es lo más costeño que tiene Magola?

El marido (risas). El mío se llama Omar Alberto, por eso su marido se llama Alberto, y mi hijo se llama David, por eso el hijo de Magola se llama así. Toda esa chispa que a veces saca Alberto viene de Omar Alberto, que es costeño y refleja ese pensamiento absurdo, gracioso, tomador de pelo, que viene de la Costa.

En memoria de la crónica, Ernesto

Este artículo fue publicado el 28/01/13 en el diario El Heraldo

El bebé de dos metros se presentó ante el entonces jefe de redacción de EL HERALDO, Juan Gossaín, con la siguiente frase: “yo soy él”. Ernesto McCausland siempre supo quién era y lo que quería hacer. En memoria de Ernesto nos reunimos ayer, en el Amira De la Rosa, en una de las sesiones de la última jornada del Carnaval de las Artes, para hablar de la crónica y sus matices, pero terminamos, en memoria de la crónica, recordándolo a él como uno de sus más grandes exponentes en el país; como un maestro magistral que enseñó cómo moldear su arte, con cámara fotográfica, cinematográfica, grabadora, lápiz y libreta en mano, pero sobre todo, con mucho olfato. Y disciplina.

Alfredo Sabbagh moderó una tertulia entre Óscar Montes, Alonso Sánchez Baute, Juan Gossaín y Marco Schwartz, su amigo de ‘Ernest’ desde el inicio de sus correrías en el periodismo, cuando antepuso la crónica por encima de todo.

El menor del ‘Kínder de Olguita Emiliani’, como llamaban en esa época a la sala de redacción de EL HERALDO, se rebeló ante la estructura piramidal de la noticia que enseñan en la academia sumergido en otros métodos más sensibles, capaces de convertir un hecho aislado en una historia con la cual reír –o llorar– en cualquier latitud.

Marco, hermano entrañable del fallecido periodista barranquillero, rememoró los primeros momentos del despertar del gran cronista, cuando Olguita, su maestra, lo miraba perpleja por el ‘atrevimiento’ de ese muchachito necio, que llegaba a ponerle su orden al revés. Pero Juan B. Fernández, director del diario y cómplice de esa naciente promesa del periodismo, le dio el aval para hacer de las suyas en una atmósfera estandarizada, a la que le dio luz y aliento. La renovó atrevidamente, encontró un camino propio y no se equivocó.

Y he aquí el que Gossaín considera el aporte más grande de McCausland al periodismo. “Fue recorrer, crónica en mano, todos los medios”.

Pero es que –sigue hablando, entre whisky y whisky, Gossaín- Ernesto no tenía otro remedio: nació Caribe y barranquillero. Su futuro, indefectiblemente, sería narrar, por todos los medios posibles, las inverosímiles y picarescas escenas que se recrean, a diario, en esta esquina del planeta. “Con gracia, con donosura”, palabras del hijo de San Bernardo del Viento para pintar algunos rasgos de quien fue nuestro Editor General.

Para Gossaín, la crónica fue el gran remedio de un McCausland que supo combatir, más de una vez, la enfermedad con su pasión por el género. “Encontró en la crónica el cordón umbilical con la vida”, y esa simbiosis que se formó entre él y el género, parió momentos únicos, trazados con palabras escritas, dichas, y hasta apoyadas en imágenes.

Talentoso como era, también tenía la disciplina y el rigor. Óscar Montes, editor encargado de EL HERALDO y quien trabajó de su mano en el último período de su vida, dio fe de eso, así como de su don de gente, de esa entrega apasionada por su trabajo, casi obsesiva, que logró dejar huella en el corazón de todos quienes lo conocieron. “No sé de alguien que conozca a Ernesto McCausland y no lo quiera”.

Al finalizar, una frase de esas para no olvidar vino de Alfredo Sabbagh: “una historia es un lazo que amarra un momento en el tiempo”. Si es así, Ernesto nos regaló un puñado de episodios anidados a letras, videos y voz, que hoy por hoy escriben una de las más insignes páginas del periodismo colombiano: la de McCausland, el bebé de dos metros que nunca envejeció, pues siempre vivió con el ímpetu de la juventud de aquel pelao recién graduado, enamorado de su obstinada pasión.

viernes, 8 de febrero de 2013

Ángel cambió las alas por el turbante

Aquí les dejo lo que fue la apertura del Carnaval de las Artes 2013, en Barranquilla. Este artículo fue publicado el 25/01/13 en el diario El Heraldo
























El ‘ángel’ de Loochkartt pinta ángeles caídos, y tal vez traerlos a la tierra lo hizo quien es: uno entre los más grandes pintores colombianos de la contemporaneidad. Lo sacro lo mundaniza con el pincel y la técnica, con la pasión de quien es un “creador que experimenta permanentemente”, de quien trabaja “la pintura como investigador, no la pintura vacía y superficial”, como relata con voz pausada, pero con el juicio muy bien puesto.

Se enamoró, desde pequeño, del roble amarillo, de la roja cayena, de la policromía currambera, “porque veía las flores, incluso los olores, los atuendos, los vestidos, y por las voces, porque aquí se habla en voz alta y los costeños somos escandalosos”.

Ese acervo cultural terminó allanando su cabeza y lo hizo inclinarse por la pintura, la que reconoce como su ángel de la guarda. Lo atrapó hasta hacer delirar su pincel y expresar esa explosión llamada Carnaval, la que observa y de la que se alimenta, la que exalta.

Ángel Loochkartt, despojado de alas y convertido en el congo que lo enamoró por su zigzagueo, recibió el Tocado Internacional de las Artes Plásticas en la sesión inaugural del Carnaval de las Artes, en el Amira De la Rosa. Autor de Barranquilla, se prendió tu Carnaval, la pintura que, a su vez, sirve de afiche para la séptima versión del evento -donde no deja por fuera ni al gato, que también hace parte de la fiesta-, reconoce que verdaderamente no trabaja. “Yo he sido un vago toda la vida, yo hago es placer. La pintura para mí es placer, por eso nunca me canso”. Un artista de la vida.

domingo, 3 de febrero de 2013

Excusas y algo más

Lo sé, lo sé. Tengo este blog abandonado y es por culpa de Carnaval. Barranquilla está de fiesta y en mi trabajo todo gira en torno a eso. He ido a eventos a los que nunca había ido y ahora estoy más enamorada de esta fiesta, de mis raíces, de la cadencia de este Caribe hermoso donde debí nacer. 

Muchos envidiarían mi trabajo. Y con razón. Pero bueno, una vez explicada la razón de mi ausencia por estos lados, debo resarcirme. Les debo un paquete corto, pero fabuloso, del Carnaval de las Artes, que finalizó hace una semana en mi ciudad y que también me mantuvo ocupada ¡es que es mucho trabajo!

También, por supuesto, habrá historias de Carnaval y otra que tengo guardada por ahí. Nos leemos. 

Abrazo bloguero.