jueves, 16 de agosto de 2012

San Roque, fiesta y olvido


Este artículo fue publicado en el diario El Heraldo el 16/08/12
Todas las fotos, geniales y hermosas, son de Jesús Rico.
El patrono popular de Barranquilla vive en la calle 30 con carrera 36, en un palacio de estilo gótico nórdico, que data del año 1881. Para ese entonces, la imponente obra arquitectónica fue construida con una línea más republicana, pero pedazo a pedazo se fue viniendo abajo el cemento forjado y un arquitecto proyectó la estructura como hoy está.

San Roque lleva 131 años de erigida en la antigua calle Las Vacas, y los altos picos que coronan la iglesia se alcanzan a divisar desde varios puntos del mapa de la geografía barranquillera. El santo francés, nacido en Montpellier, se quedó para siempre en el corazón de los habitantes de la capital del Atlántico luego de que curara la epidemia que se desató cerca de 1849 y que tocó a una considerable parte de la población de la próspera metrópoli caribeña.

Pero San Roque buscó otro refugio además del corazón agradecido de los barranquilleros. Su devoción logró edificar la fortaleza que es casi vecina de la iglesia de San Nicolás, otra de las joyas arquitectónicas emblema de la ciudad. Entonces empezó a ‘competirle’ al santo italiano la ‘afición’. San Nicolás de Tolentino ya era el patrono oficial de Barranquilla, pero San Roque llegó a ganarse el mote de patrono ‘popular’. Y aún lo conserva.

Las parroquias, ubicadas en el naciente epicentro de la ciudad, nunca enfrentaron una lucha por los feligreses. Al contrario, estos se repartieron entre las dos y se evidenció la necesidad de centros religiosos de gran capacidad, que pudieran albergar a la comunidad. El Centro despuntó con el par de estructurales monumentales y la “Barranquilla prócera e inmortal” comenzó a hacerse tangible.


‘Epidemia’, una vez más 

En fotografías de la época y en la memoria de los curramberos de antaño quedó la imagen colosal de la iglesia de San Roque. La realidad de la parroquia es hoy diferente: parece que una nueva epidemia se hubiera propagado entre los feligreses del sector, que cada vez acuden menos a su imponente capilla.

El párroco Víctor Julio Peralta, quien desde hace casi cinco años está al frente de la iglesia, le adjudica este triste fenómeno al ambiente que rodea el templo: una zona roja atestada de drogadicción, delincuencia, prostitución, inseguridad y desempleo.

La situación social de los ciudadanos que viven en el sector dificulta la afluencia de una rotación fija en el templo. “En la semana la participación de feligreses es escasa por la inseguridad que se vive en el sector”, asegura el párroco. Hay dos eucaristías diarias en San Roque y la reunión de feligreses acaso alcanza a superar las 30 personas en cada una.

Las visitas que no faltan son las de estudiantes colegiales y universitarios, que asisten para apreciar la arquitectura de la iglesia y conocer más de la Barranquilla de años pasados.

Esperanza en el patrono

A San Roque, que con su traje de peregrino y capa, fue capaz de sanar a cientos de personas de aquella peste brutal que amenazó a la población barranquillera, es a quien se le encomienda hoy la situación de su parroquia en Barranquilla, que no se limita en tocar a la feligresía.

El púlpito de mármol es una de las
estructuras que aún sobrevive dentro de la iglesia.
 
Las paredes de la iglesia, que además es monumento nacional, también sufren el paso del tiempo. “Las torres sufren deterioro por el movimiento constante del peso de la calle 30. La edificación es monumento nacional desde 1996 pero no hemos recibido mayor apoyo al respecto porque hay una serie de trámites que hacen difícil acceder a los auxilios correspondientes”, señala el padre Peralta.

Las cuatro capillas, el altar mayor, el viacrucis colgado en sus paredes, imágenes de santos y ángeles, el púlpito clásico de la primera construcción, los acabados de cada pieza... todo converge en un paraíso arquitectónico que hoy, en medio de la festividad del patrono que celebra, late con fuerza e sobre una arteria vial importante, para pedir que su corazón no deje de latir. San Roque, el santo de los heridos, habrá de sanar las heridas que al tiempo se la ha dado por abrir.

Una vista única se aprecia desde el campanario de la iglesia 


Los enormes vitrales que adornan las paredes son otras
de las joyas artísticas de la iglesia. A contraluz, destaca su belleza.
A simple vista su brillo es casi opaco.

Una rosa perfecta remata lo más alto de la cúpula

Esta placa está ubicada en el ala que comunica con
el campanario de la iglesia. Está dedicada a
Dante Alighieri y nadie sabe quién la puso ahí. Data de 1921.

Recostado en la pared de la segunda planta de la edificación,
desde donde se aprecia por completo la iglesia, reposa un órgano
abandonado que da fe de los mejores años de la parroquia
y el clasicismo que siempre ha rodeado la edificación.

Al subir 80 peldaños de una escalera con
 forma de caracol se llega al campanario
de la iglesia de San Roque. Cuatro campanas
gigantes bañadas en polvo esperan que
la base que las sostiene sea restaurada,
pues con los años han empezado a ceder
.

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