Un poco tarde, pero lo subí :)
Las fotos son de José Torres |
Siendo un pelao del barrio San Roque, de preocupaciones pocas que lo hicieron pasar por uno y otro colegio hasta aterrizar en Nuestra Señora de la Esperanza, Edwin de Jesús Gómez Tangarife soñaba con estar en una tarima al lado de su máximo ídolo musical: Álvaro José ‘Joe’ Arroyo.
“Siempre fui seguidor suyo. Él tenía la capacidad y la facultad de interpretar todo tipo de género musical. Era un genio: arreglista, productor, compositor y cantaba el ritmo que quisiera. No he conocido un ser más grande musicalmente que Joe Arroyo”.
Así lo recuerda hoy ese mismo Edwin, mejor conocido como El Fantasma, ya maduro, realizado, y con la satisfacción plena de un sueño concretado: fue, por casi seis años, uno de los miembros de la orquesta del Centurión de la Noche. Compartió con él escenarios, alegrías y anécdotas. Estampas de momentos que colecciona su memoria y que lo hacen añorar los días llenos de música al lado de quien fue, ante todo, su gran amigo.
Se conocieron luego de una serie de acontecimientos que vinieron luego de que Edwin participara en el Festival de la Canción Francesa en el año 1987. En los ensayos de dicho concurso, Joseph Bolaños, bajista, lo llamó y lo contrató para que cantara en el grupo Coco.
“Y da la casualidad de que Joseph le hacía las camisetas a Joe y a sus músicos, y ahí fue cuando vi por primera vez a Joe Arroyo y le estreché la mano. Para mí fue algo mágico. Lo más mágico y maravilloso. Y él me dice: “Pelao, echa pa’lante”. Me dio como un ánimo... yo cuando veo a Joe Arroyo ¡Padre Santo!”.
Dice que Dios le puso en sus manos el arreglo de un tema de la banda TNT llamado Sabré olvidar. El mismo que el cartagenero de nacimiento y barranquillero por adopción logró inmortalizar. “Dios me mandó el arreglo y se me vino a la cabeza ¡ñércoles, este tema es pa’ Joe Arroyo!”. Rayner Fernández, un amigo músico y cantante, lo ayudó con la maqueta del tema y le pidió que le dejara interpretarlo, pero él, rotundo y convencido le dijo: “No, esto es pa’ Joe Arroyo”.
Tres meses más tarde, el propio Álvaro José tocaba la puerta de su casa preguntando por ese tema que había arreglado para él. “Fanta, ¡pero es que me tienes pillao!”, exclamó sorprendido el Centurión. “No Álvaro, lo que pasa es que yo soy admirador tuyo”, le respondió Edwin. A partir de ese momento, empezó el ‘coqueteo’ directo de Joe: “Fanta, te quiero en mi orquesta”.
La tercera es la vencida
La propuesta de Joe, su ídolo y maestro, fue rechazada por El Fantasma, pues para ese momento trabajaba en un programa de Telecaribe llamado De todo un poco y ese compromiso lo ocupaba por completo.
Luego, en la muerte de Libardo Ching, el saxofonista de Joe, este volvió a decirle: “Fanta, te necesito en la banda”, a lo que Edwin respondió: “Álvaro, lo que pasa es que tú tienes un tremendo supermercado y yo tengo una tiendecita al frente y estoy vendiendo jugo de corozo, jugo de mango y todo se vende. Lo que le di a entender es que yo también tenía mi negocito y me estaba yendo bien”.
La tercera invitación de parte del cartagenero vino casi dos años después, cuando Víctor ‘Guachi’ Meléndez salió de su orquesta. “Joe me llamó tres veces para la orquesta pero yo no podía. En el 2005, cuando salió el ‘Guachi’ le dije que sí, por fin, pero también le dije que me avisara con tiempo para no hacerme compromisos con mi negocio particular”.
Desde aquel “sí”, prácticamente incondicional, hasta su última presentación, El Fantasma fue la sombra de Joe. Y no por los falsos rumores de que él cantaba escondido tapando cualquier desgaste de la voz de Arroyo. Lo fue porque su amistad verdadera los llevó a compartir grandes momentos dentro y fuera de escenarios musicales.
Anécdotas mil
“Joe me decía: dile a tu mujer que se haga el blower y vamos a comer”, cuenta entre risas Edwin, quien lleva impregnado en la piel, literalmente, su sentir musical. Un pentagrama tatuado en su brazo izquierdo se balancea de un lado a otro mientras, con sus manos, enfatiza las historias que sabe de memoria de aquel amigo que ya no está.
“Era comedor de dulce como él solo. Le gustaba el dulce más que todo. Los chocolates, las bolitas, los postres. Parecía un niño y si te pedía un dulce y no se lo dabas hacía gestos de pelaito rabioso. Jacqueline a toda hora lo regañaba, nosotros lo cuidábamos. Comía dulces a escondidas”, apunta Edwin.
“Mamador de gallo, le sacaba apunte a todo. Solo se molestaba de verdad cuando uno le decía que descansara, que no tocara y respondía: No me toques ese vals porque me mata. Si algo quiero yo es morirme sobre una tarima”.
Y esa es de las cosas que más le duelen a este ‘fantasma’ de carne y hueso, que lloró como pocos la pérdida de Joe. “A mí en la clínica me permitían entrar para cantarle y una vez casi abrió los ojos, lo abrazaba cantando”. “Yo siempre creí que Joe se iba a parar. ¿Tú sabes qué fue lo que más me revolvió mis sentimientos? que Joe Arroyo se fue cuando no esperaba irse. Me decía “Fanta, me van a operar la barriga, me voy a poner bacano, vamos pa’ adelante, viene la novela…” La novela lo tenía inyectado. Y cuando ya era todo, se fue. Yo no me lo esperaba. Yo no sé qué pasó”.
El día del funeral “fue como si me hubieran arrancado el alma”, confiesa Edwin, y de eso dan fe las fotos de aquel día en el que Barranquilla se volcó a despedir a su ídolo. Escuchar El Ausente aún lo hace lagrimear, porque sabe que ya no está ni volverá a ver al gran Joe Arroyo, “el hombre del corazón de oro…”.
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