Este lindo corazón, al igual que las demás fotos, son de mi buen amigo Jairo Rendón. |
El procedimiento no es entendible del todo hasta que, con los propios ojos se aprecia, como por arte de magia, cómo una masa gigante, con forma de perro caliente –porque la figura a hacer es un corazón- termina convertida en casi 8 mil piecitas de dulce.
Todo comienza en la cocina de Swikar, un lugar encantador, ubicado en la carrera 44 con calle 75B. Allí, dos ollas borbotean agua hirviente a la que se le ha adicionado, previamente, azúcar. El punto de ebullición avisa que es hora de agregar la glucosa, el ingrediente que falta para obtener el caramelo líquido que, luego de casi 40 minutos, estará listo para empezar la otra etapa de la preparación.
La mezcla anterior va a parar a una mesa térmica que está a la vista de todos en el almacén. Está allí para echarle color, y a medida que se añaden los colorantes artificiales, la mixtura comienza a formar grandes burbujas sobre su superficie. Los tonos se agregan con cuidado para que no se mezclen. Luego, con la espátula, se revuelven para que queden bien tinturadas.
Cuando el frío cristaliza la composición y le da apariencia de gelatina, Adrián Consuegra y Hofpman Contreras, los preparadores, cortan con una tijera cada tableta de caramelo teñida.
Ahora es una mesa fría la que recibe las tablas de colores. Con manos incansables se amasa una y otra vez durante varios minutos.
Luego, una especie de palanca metálica espera la mezcla para neutralizar el tono. Vueltas y más vueltas le dan el matiz exacto de color que debe tomar. Este procedimiento solo se realiza con los colores que bordearán la figura. Al relleno no se le hace streaching, como se denomina este paso.
Una vez listas las masas, se les rocía agua para que se adhieran unas con otras. Se juntan y se les da la forma deseada, cortando y pegando grandes retazos de masa. Con la figura final montada, comienza una acción que parece increíble: Hofpman comienza a estirar ese gran rollo multicolor de unos 30 centímetros de diámetro, hasta dejarlo de un centímetro solamente. Es como si ese gran perro caliente del principio se hubiera convertido en un montón de spaguettis de colores.
En el centro de esas barras coloridas se aprecian figuras de frutas, logos y hasta nombres, por lo que cada quien puede tener su propia producción de dulces personalizada. Luego esas barras se cortan con un cuchillo filoso. Así, una masa gigante de 8 kilos acaba convertida en, aproximadamente, 8 mil dulcecitos.
El proceso es totalmente hecho a mano, artesanal. No hay máquinas, además de la estufa donde se hierve la mezcla inicial. Las manos de Adrián y Hofpman son las que endulzan el paladar de los clientes que llegan porque son testigos del Candy Show que se realiza cada tarde en el local, donde se agolpan en el vidrio que les permite ver cómo se hacen los dulces, paso a paso.
Que la fábrica de Willy Wonka es un sueño hecho realidad, eso lo saben quienes aman dejarse tentar por el indescriptible sabor del azúcar. Que Barranquilla ya tiene una innovadora fábrica de caramelos, eso lo puede comprobar todo el que quiera sentarse en la barra de Swikar, para esperar un coctel dulce que, de no ser bien dosificado, podría desembocar en un empalague inolvidable, que corre por cuenta de un montón de trocitos de azúcar, hechos como una obra de arte.
Con esta dulce entrada les deseo a todos un ¡Feliz día del amor y la amistad!, que en Colombia se celebra hoy. Un abrazo indeleble.
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