Este artículo fue publicado en el diario El Heraldo el 02/04/12. Lo escribí en compañía de Jaime Vides, corresponsal del periódico en Sucre.
Fotografías de Cristian Mercado para El Heraldo |
Cuando el verano devela las grandes extensiones de humedales, saltan los cazadores armados con chuzos que usan para detectar las especies escondidas entre la poca maleza que queda para desovar. El golpe seco de la estaca sobre su caparazón las delata y son atrapadas por las manos que terminarán por despojarlas de la estructura protectora que llevan a cuestas, para luego ser cocinadas a la sazón de una generosa olla de peltre, vendidas como el plato exótico con más demanda en los pueblos y ciudades de la Costa.
Por eso las hicoteas viven su propio vía crucis. El uso de agroquímicos que contaminan los cuerpos de agua, la deforestación y la presencia de otros animales que atentan contra su ecosistema acentúan la difícil situación de estas especies endémicas del Caribe colombiano. Pese a esto, nada es tan amenazante para las hicoteas como la caza indiscriminada a la que son sometidas por los humanos, el mayor depredador de esta familia de reptiles semiacuáticos que en tiempos de Cuaresma y Semana Santa, son consumidos a montón en los pueblos de la cuenca del Caribe.
Dicha cultura tiene un arraigo religioso, pues la Iglesia Católica recomienda abstenerse de comer carne roja en los días santos. Este hecho, sumado a la abundancia de hicoteas en esta época en los humedales, agudiza la circunstancia del animal en la región, tal como lo explica Emiro Cordero, funcionario de la Corporación Autónoma Regional de la Mojana y el San Jorge Corpomojana.
Las hicoteas, más que un caparazón, llevan una cruz a cuestas.
Pedraza, pueblo acorazado
El camino a La Brava está empedrado de caparazones. La ciénaga, su tierra enlodada y sus ramajes verdosos, son cuna de nidos donde las especies de Trachemys callirostris callirostris (nombre científico de las hicoteas) depositan los huevos. Allí llegan decenas de pescadores cada día -sobre todo el fin de semana- desde las cuatro de la madrugada, con redes y lanzas para apresar cuanta cría sea posible. El recorrido que hacen para llegar a su destino final es una especie de cementerio improvisado: a cada paso se pueden encontrar restos de animales que han muerto enfermos y otros que han sido cazados, que terminan por parar en la calle que conduce a la ciénaga. Los caparazones de hicoteas saltan a la vista. Se confunden con piedras que han terminado allá por designio de la naturaleza, por los juegos infantiles o por el recuerdo latente de la inundación de la ola invernal de hace dos años.
Una vez en la ciénaga y aun sin adentrarse en sus aguas, se pueden encontrar unos huequitos cavados por la destreza animal, repujados con barro para protegerlo, donde las hicoteas realizan el desove y dejan las futuras crías que postergarán su especie. Los cazadores han encontrado el método para identificar estos nidos y extraer los huevos antes de su desarrollo. El mismo golpe seco que revela la presencia del caparazón retumba cuando el desove está bajo tierra. Los nidales mejor librados no son extraídos de su hábitat por los cazadores, sin embargo, son altamente susceptibles a ser presas fáciles de lobos polleros, armadillos, burros, vacas, cerdos y hasta hormigas, que acaban por morder o pisar los senderos que refugian el desove. De este modo la supervivencia de los neonatos es peligrosamente baja, amenazando la reproducción de la especie, que de por sí se encuentra amenazada por la temporada de caza de cuaresma y Semana Santa, tiempos que coinciden con la época del año escogida por las hicoteas para poner sus huevos.
Las jornadas de caza son largas y extenuantes. Los pescadores salen antes de despuntar el alba abastecidos con los implementos de caza y se disponen a permanecer casi 12 horas en la húmeda atmósfera de la ciénaga. Si corren con suerte y salen en grupo pueden llegar a atrapar hasta 30 hicoteas. Si se va solo y la expedición es poco productiva, tres o cuatro animales es el promedio.
Cada especie cazada es pagada entre 3.000 y 5.000 pesos al cazador, mientras que el último comprador la paga entre 20 y 30 mil pesos. Es el revendedor final quien se lleva la mejor parte de las ganancias y el comensal que la pide a la carta el que termina por degustar la carne de esta especie endémica que se encuentra en estado vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN.
Los habitantes de Pedraza toman la caza de hicoteas por tradición familiar. Los hombres del pueblo aprendieron en la tierra caliente, en los caminos aún no descubiertos, en el paisaje pedestre que se alza en toda la zona. Los adultos de 50 años fueron alguna vez como los niños de 10 que hoy caminan orgullosos porque acaban de sacarle más de 40 huevos a siete iguanas que hallaron mientras jugaban. Conviven en medio de una agreste relación con el ambiente y los animales. No son capaces de dimensionar el daño irreparable que ocasionan al sacar de su hábitat natural a las especies que comparten con ellos en medio de la monotonía del pueblo.
San Marcos, en estado crítico
Eduardo Granados, un pescador de El Rabón dice jocosamente que transportar hicoteas por la carretera Majagual-San Marcos es como el tráfico de droga, “eso es a punta de celular, hay que estar preguntando si hay retenes, por eso, muchas veces hay que llevarlas despresadas y bien camufladas”.
Esta escena es suficiente para enmarcar la realidad de ‘La perla del San Jorge’, como se le conoce a este municipio sucreño. San Marcos es, tal vez, el punto más crítico de la Costa cuando de caza de hicoteas se habla.
Emiro Cordero, de la sugerencia ambiental de Corpormojana, dice que son muchos los métodos que están utilizando para burlar el cerco de las autoridades. Algunos comercializadores le amarran las paticas para que, cuando los policías hagan la requisa, no pataleen y así no ser delatados; otros usan maletas de doble fondo: arriba llevan pescado y yuca, y abajo van las hicoteas despresadas.
Solo en Sucre, en los últimos 25 días, la Policía ha decomisado 3.797 hicoteas que iban a ser comercializadas en las diferentes ciudades de la Costa. Las autoridades ambientales consideran que en los departamentos de la región se decomisan todos los años para esta temporada unas 37 mil hicoteas, siendo Sucre y Córdoba donde más se concentra el problema de la caza y comercialización. Sin embargo, esta cifra es únicamente lo que reportan las CAR y la Policía con base a los decomisos.
Pese a que aún hay caza, consumo y comercialización, los promedios han bajado considerablemente, pues hace más de 10 años llegaban a la zona de San Marcos y El Rabón pueblos enteros que hacían cambuches para durar hasta tres semanas cazando hicoteas y luego salían a venderlas. En esa zona las incautaciones eran hasta de 5 mil animales de esa especie en un solo operativo.
Las que logran decomisar son llevadas a la estación Crocodylia por parte de funcionarios de Corpomojana, para ser devueltas a su hábitat natural, pero el 15% mueren por maltrato explicó Carmen Acosta Bravo, funcionaria de la entidad que controla el medio ambiente en el sur de Sucre.
Un nido de hicoteas, recién nacidas las crías. |
Mientras tanto, las hicoteas seguirán apareándose, reproduciéndose, desovando, si les es permitido. Además de su caparazón tienen que cargar la cruz de la posible extinción.
El plato más apetecido del menú costeño
Luego de ser transportadas apretujadas en sacos de fique, las hicoteas son ofertadas en los restaurantes como el plato exótico con más demanda en los pueblos y ciudades de la Costa. En El comedor de Mary, en plena zona de caza, ubicado entre San Marcos y Majagual, la carta del menú la encabeza la hicotea. Por cada cinco clientes que llegan, cuatro solicitan esa bandeja.
Así terminan las hicoteas. Foto de Jaime Vides. |
Zonas de mayor comercialización de hicoteas
Las regiones del San Jorge y La Mojana, conformadas por los municipios de Sucre, Majagual, Guaranda, San Marcos, Caimito, La Villa y La Unión son consideradas junto con el bajo Sinú en Córdoba, los lugares de mayor consumo, caza y comercialización de hicoteas. Las ciudades con mayor demanda son, en su orden, Montería, Sincelejo, Barranquilla, Cartagena y Santa Marta.
2 comentarios:
Los humanos tarde o temprano terminaremos pagando el precio por haber usado y abusado de esta tierra y de nuestro prójimo animal.
Interesante articuclo, amiga.
Es la ley de la naturaleza, el más grande se come al más pequeño. Y a los humanos los más pequeños nos comerán cuando muramos.
Besos.
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