miércoles, 13 de marzo de 2013

El hijo de Buenaventura que viste a las celebridades de Nueva York


Tiene cara de buen bailarín. Quizás es por el rezago latino de la estirpe valluna de la cual proviene. Su tez negra, otro indicador de que su origen es el Pacífico. Pero en Nueva York, mimetizado entre la población afro, es difícil rastrear el umbral negro bonaverense de Edwing D’Angelo Ortiz. La adivinanza se hace aún más complicada por su apellido italiano.

La ‘Buenaventura’ del municipio donde nació lo hizo emigrar, con su familia, a la Capital del Mundo, cuando se estrenaba como adolescente, a los 13 años. Del puerto donde disfrutó su infancia recuerda, con un amor que le irisa los ojos, cuando una de sus tías lo llevaba a escuchar, junto a ella, talleres sobre confección. “Tenía unas tías modistas y ese mundo me encantaba”.

En un convento se enseñaba a las mujeres a coser, y no es que los hombres pudieran ingresar, pues eran exclusivos para las mujeres. Es que su pariente lo cuidaba en ausencia de sus padres, y por ser un niño, no podía quedarse solo. La solución era llevarlo en condición de pequeño acompañante al claustro.

Ahí aprendió el oficio. “Era una transformación lo que yo sentía cuando entraba a ese taller”. Los ojos le vuelven a brillar.

Adelante con la moda, de Gloria Valencia de Castaño, también fue su influjo. La gente le pregunta que cómo se acuerda de eso, si él era “un bebé”. Doña Gloria “mostraba la moda de Europa, de Giorgio Armani, y eso era un mundo que me transportaba”. El resplandor de sus ojos no desaparece. “La estética colombiana tiene mucho que ver con la moda, las reinas, y al final me quedé con ese cariño”.
Se fue con toda esa información a Estados Unidos y no sabía cómo catalizarla. La abogacía tenía que ser su camino, pues así lo decidieron sus padres una vez terminó el bachillerato. Acabó de cursar el high school en Nueva York y su mamá le confesó su deseo. “Ya que lo traje de por allá, venga, gástese un poquito de cerebro y métase a abogado”, manifestó, y “me metieron en ese rollo”. Se puso a trabajar, entonces, con el mismo abogado que les hizo los trámites de legalización.

Entró a la universidad y, clandestinamente, mientras sus padres lo hacían estudiando a Aristóteles y las leyes, su corazón palpitaba a prisa cuando escuchaba las cátedras sobre moda, arte, y cursos cortos que podía tomar. “Empecé a conocer gente en el mundo de la moda y a construir ropita, a hacer cosas; a las sesiones de fotos llevaba las piezas que había hecho y terminaban fotografiándolas”.

Su primer gran pedido llegó sin proponérselo. Era la fiesta de graduación de su hermanita, a quien le diseñó el vestido, que causó sensación entre sus compañeras de curso. El resultado del enamoramiento: terminó haciendo 32 trajes.

¿Y tus papás qué te decían de eso? “No, eso era a escondidas”. Es turno de reírse de nuevo. “Me daba un poco de miedo porque lo veían como algo muy femenino y ellos tenían su mentalidad latina de que los hombres no se meten en eso”.

Pero en Estados Unidos las cosas son diferentes, y su brillantez en el campo del diseño no podía ser fácilmente escondida. Se fue de la casa a hacer su propia vida convencido de que no podía hacer de tripas corazón con lo de las leyes. Decidió, de una vez por todas, que el diseño de modas era lo que le gustaba, lo que lo llenaba, y se metió de lleno en el campo.

“Pero como no tenía experiencia en la moda, nadie me contrataba en el campo”. El siguiente paso era ahorrar, y lo hizo. Economizó por dos años sus caprichos y gustos y consiguió el dinero que necesitaba parar abrir su propio taller.

En la localidad de Harlem, en Manhattan, alzó su boutique, que hoy es referente de moda para la alta sociedad neoyorquina afrodescendiente. Sus clientes son celebridades, damas de alcurnia, gente de alto rango. Esbozando, cosiendo y enhebrando ha vestido a personalidades como Tyra Banks, Vivica Fox, Dawn Richards, Jill Scott, Lil’ Kim, Hill Harper, entre otros.
En las dos primeras fotos, la súper modelo Tyra Banks, vestida de Edwing D'Angello. En la última foto, el diseñador al lado de Vivica Fox.
“En el área donde yo estoy está concentrada la comunidad negra de dinero, que tienen fundaciones, casas gigantes, y por medio de esa gente fui conociendo a otras, me fueron presentando, me fui acercando a los asesores de moda de las celebridades negras que viven en ese sector, y se fue creando así la atmósfera en la que creo diseños para artistas”.

A Plataforma K (la feria de moda más importante del Caribe colombiano) llegó invitado por Proexport, en la misión de compradores internacionales, a observar el panorama de diseño y moda local. “Lo que estoy haciendo en Colombia es cambiando el proceso, porque hay gente que le gusta la moda pero no la pueden comprar porque es cara, entonces lo que estoy haciendo en este viaje es idear una línea más prêt-à-porter, más ready to wear, para llegar a las marcas que no pueden pagar una camisa de 200 dólares”.

Del diseño nacional, Edwing D’Angelo es la nueva cara para mostrar, aunque su nombre aún suene algo extranjero en su tierra. La risa y la piel, la mejor cédula para demostrar su espíritu colombiano.

“Eso fue la guerra de Troya cuando dejé la escuela de leyes, pero ahora soy la estrella de la familia”. Se salió con la suya. Y se ríe.

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