Una ventana que se abre. Una ilusión que se cuela. Una luz que se enciende porque es Navidad. Llegó la hora de los abrazos, la cena y las risas. La hora de reunirse, otra vez, junto al árbol, el Pesebre, y celebrar que hay una razón universal que nos une: el amor.
Que estas letras, nuevamente, lleven un mensaje reconfortante y luminoso a quienes han seguido, entrada a entrada, este compendio de locuras y manías, de historias. Permítanme colgar, como agradecimiento, un adorno hoy sobre el árbol invisible de la literatura que nos une, y que fortuitamente y a fuerza del destino, nos ha hecho converger en este rincón del espacio. Indeleblemente.
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