Este artículo fue publicado en el diario El Heraldo el 17/06/12
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Las fotos, hermosas, divinas, son de Jesús Rico |
Iván Carlo nació a las 11:35 de la mañana de ayer, pero la espera por su nacimiento fue casi incontable para sus padres, Iván Darío Donado Arce y Lupe Van Heyl Cleves, quienes desde hace tres años estaban buscando que la familia creciera y que el primogénito llegara.
Luego de cinco años de noviazgo, otros cinco de matrimonio y un tratamiento al lado del gineco-obstetra Guido Parra, la anhelada noticia llegó: Lupe estaba embarazada y en nueve meses nacería Gabriela o Iván Carlo.
Sabiendo ya que la cigüeña traería un niño, al que llamarían igual que su padre y por elección de este mismo, empezaron los preparativos de la dulce espera. Viajaron juntos a Miami y de común acuerdo escogieron todas esas cosas que se compran con expectativa para el bebé.
Su barriga, dice, no fue nada traumática. Por el contrario, “el de los antojos fue Iván”, cuenta entre risas. Decir que la mamá se apersonó de todo sería mentira. A su lado siempre estuvo el orgulloso papá que, feliz y contento, la acompañó en cada instante del embarazo, espera maravillosa para ambos.
Papá expectante
Dice la madre de Lupe, María Teresa Cleves, que su yerno habla bastante. Sin embargo, ayer en la mañana este solo se limitó a responder las preguntas con respecto al niño que venía en camino y a sus ansias como futuro padre.
Aparentemente tranquilo, no olvidó detalle alguno para recibir a su primogénito en las mejores condiciones. Solo salió de la Clínica La Asunción para comprar una ampolla de morfina, por si el dolor postparto de su esposa llegaba a ser un problema.
Hace dos semanas se resistía a entrar a la cesárea, pues como médico, la expectativa podría traicionarlo. No quería entrometerse en el procedimiento. Pese a ello, tomó la decisión de presenciar el nacimiento de su primer hijo.
Así, luego de la preparación de Lupe en la Sala de Control, vino la del propio Iván. Bata, gorro y pantuflas en mano, se metió al baño y salió convertido en lo que es: un cirujano de profesión, tal cual como luce en su trabajo.
Sin embargo, la ‘pinta’ de ayer, pese a ser igual a la que luce todos los días, no la olvidará en mucho tiempo: esta vez la llevaba en calidad de acompañante, de padre ansioso por ver al bebé que llevaría su mismo nombre, heredaría sus genes y se robaría su corazón.
Menos de una hora le tomó a Iván Carlo para nacer. “El pediatra me hacía señas como para que lo cargara, pero yo estaba en shock, emocionado, bastante nervioso. No sabía qué hacer. No me atreví a cargarlo”. Solo lo hizo cuando estuvo en la Sala de Neonatos. Iván padre lloró, como su hijo al nacer. “Lloró mucho. Parece que va a ser cantante”, vaticinó feliz.
Recordará por siempre el día que se estrenó como papá, que coincidió, como por capricho del azar, con la celebración del Día del Padre, como queriéndole recordar siempre su razón para festejar.
Sabe que a partir de ayer su vida cambió: ser padre es un compromiso que de mil amores aceptó, pero que le exigirá lo mejor de sí para ser el orgullo de Iván Carlo, a quien con tanto amor esperó, cargó y besó, y quien hoy no puede comprarle un detalle para llevárselo a la cama, porque resulta que él es su mejor regalo y quien lo ha hecho soñar con los años que vendrán a su lado.
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