Este artículo fue publicado en el diario El Heraldo el 13/05/12
Los quiso. Así, tal cual como arribaron a su hogar. Llegaron hace casi una década, Vanessa un poco antes que Moisés, y por eso ya son parte irremplazable de la familia Calero Chica. Y del corazón de la señora de la casa.
‘Vane’ y ‘Moi’ no nacieron de su vientre, pero nada les falta para decir que son hijos de Yomaira. Hace 12 años es madre sustituta del programa del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Lleyton, Marisol, Darlenis, Jesús, Rosman, Édgar, Gisella y Sebastián han pasado por sus manos. Ahora son Vanessa y Moisés esos hijos que no parió, pero que la enamoran cada día.
Su mamá, Alba Prieto, es madre sustituta desde hace 28 años. Las doctoras, al ver que ella le ayudaba tanto y que había criado a la par a tantos niños que pasaban por la casa donde creció, la invitaron a ser parte del programa. Aceptar ha sido la decisión más concienzuda de su vida: la ha llenado de una tremenda felicidad y de caritas alegres revoloteando por cada rincón.
Tributo de mamá
Yomaira Chico tiene 24 años de casada con Carlos Calero “¡pero no el de la televisón!”, exclama entre carcajadas. Los hijos no vinieron enseguida luego del matrimonio, pero la nueva señora de la casa quería que la familia se creciera sin reproducirse biológicamente.
Estaba encariñada con Reinaldo, un bebé que vivía en el hogar de su madre y que ella crió desde que llegó. Intentó adoptarlo pero fue en vano. Al poco tiempo el niño fue entregado a una pareja en Suiza y terminó su sueño de quedarse con él.
Después vendría su primer hijo, a quien no dudó en bautizar como aquel bebecito que se robó su corazón. El Reinaldo Calero de sangre, que nació de su vientre y heredó sus genes, es y será el recuerdo de aquel amor de madre latente.
La niña de la casa
Fotos: Jairo Rendón para El Heraldo |
A Vanessa la acogió de 32 días de nacida. Ella es la consentida de la casa. Tiene diez años y deben dializarla tres veces a la semana porque sufre de insuficiencia renal crónica. “En Humana Vivir no me quieren. Ya saben que soy yo la que voy a pelear cada vez que cambian el centro médico para realizar las diálisis”.
Dice que Vane, la única niña del hogar, es muy inteligente. También colaboradora. La mira con ojos de quien ama, con ojos de madre. Porque lo es.
Solo entregaría a Vanessa si la dan en adopción. “Si es para otro hogar no la doy. Ella es mi hija mientras pertenezca al ICBF”. El sábado pasado le festejó el cumpleaños con pudín, globos y música, como a ella le gusta. “Es que si Vane no ve esas cosas dice que no ha cumplido”.
Moisés, su otro amor
“Yo tengo dos hijos biológicos: Reinaldo, de 19 años, y Juan Carlos, de 16. Pero el mayor de la casa es Moi ¡que tiene 21!”, afirma riendo con ganas. Y con certeza, pues ya lo hizo parte de su familia.
“Ahora Moi, ahora te toman la foto a ti”, dice, mientras intenta sentar a quien ha convertido en su hijo mayor, así pueda llegar a ser el más infantil de todos por la discapacidad cognitiva que presenta.
Se ríe a la par con sus ocurrencias. Lo ha educado para que sepa qué cosas debe y puede hacer. Es difícil que lo adopten porque ya es mayor edad y eso, para ella, puede ser hasta mejor: lo tendrá hasta su lado el tiempo necesario, y espera que no sea poco.
Las despedidas
Como toda madre, Yomaira sufre. Ver partir a esos pequeños que hizo sus retoños no ha sido tarea fácil. “Entregar un niño es dolor. Eso da duro porque tú sabes que lo que se ‘manosea’ es lo que se quiere”.
Si un niño va para el exterior le avisan unos tres o cuatro meses antes. Si se queda en Colombia, el tiempo puede variar. En cualquier caso, es igual de doloroso, así crea que se puede manejar la situación. “Yo ya estaba acostumbrada porque mi mamá ha entregado tantos… A quienes los adoptan les digo que si se van a llevar al niño, no dejen que me vea más”.
A algunos, como Lleyton, los sigue viendo. La madre adoptiva de este niño que entregó Yomaira de casi dos años y que ya tiene 12 se lo lleva cada vez que puede. “Tú tuviste a mi hijo y siempre serás su madre también”, le dice. Él ahora la llama tía.
A Sebastián lo recibió de 18 días y vio cómo partía para Noruega de un año y dos meses. Ya debe tener seis añitos. La mamá le dijo que cuando tuviera ocho se lo traía para que lo viera. “Tengo esperanzas de verlo”, añora con una sonrisa.
El vínculo que se crea desde el vientre, ese sentimiento intrínseco y profundo que late con cada movimiento del corazón y que une a la madre a su hijo, no lo ha podido experimentar Yomaira con la decena de chiquillos que han llegado a su hogar. Sin embargo, ha dado todo por los que han engrandecido su familia y les ha regalado momentos inolvidables, que hoy llenan álbumes de fotografías.
No los unió la comunión del cuerpo. No los planeó, formó, gestó. Los ‘adoptó’ sin miramientos ni recelos. Los acunará en su hogar el tiempo que le regale la vida. Los ama.
1 comentario:
Qué bonita labor la de Las Madres Sustitutas, es de admirar. Qué bien que se reconozca su trabajo y que hoy día hayan mujeres con este espíritu de colaborar así como Yomaira. Qué bonito artículo Andle.
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