Eras como el arete rojo que perdí esa noche en el baile. Una cascada de cristales carmín que brillaban pendidos de la estela de luz que salía a chorros del centro de la pista. Eres como el satín turquesa que arrastraba la chica de la mesa de atrás. Una oleada de claridad que reflejan mis ganas de más. Serás como la vela blanca que iluminó nuestros rostros mientras me invitabas, con tu pie imprudente, a perdernos en el camino recorrido. Una luz intermitente que refulgirá entre tus años y los míos; la que me hará saber que siempre has estado ahí.
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